Yo quiero una máquina
Yo quiero una máquina para cada uno de nosotros.
Una máquina para ti, una máquina para mí.
Una máquina zumbadora y alegre,
grande y dócil como un elefante,
que produzca pan, rosas y olvido,
guardapolvos blancos,
mariposas,
y una dulce lluvia para cuando estemos tristes.
Yo quiero, además, tres palmos de tierra para cada uno de nosotros.
Tres palmos de tierra donde poder sembrar una sola semilla de trigo,
una sola violeta,
una sola golondrina,
o donde poder enterrar nuestro perro cuando se muera.
Yo quiero para cada uno de nosotros
un salvoconducto para andar por el mundo,
para andar por la primavera y los melancólicos bodegones,
sin que se nos mire la suela de los zapatos,
el pulgar de la mano derecha
o el interior de nuestro corazón.
Y yo quiero, especialmente para mí,
un carro con cuatro caballos de viento,
un esqueleto de nubes y rocío,
una muchacha sonriendo –para siempre en el recuerdo–
y una paloma de papel de seda.
Declaración Jurada
No es solamente la luna, ni el rocío, ni la luz celeste de los pájaros.
Puede también ser una alpargata vieja, toda agujereada, toda casi muerta, después de andar fábricas, andamios, o duros y calientes caminos de noviembre.
No, no necesariamente, todo lo poético, debe ser bello.
Yo he visto horribles chicos grises, como la tierra, comiendo tierra, yo los he visto ahí, con sus andrajos y su mugre, reptando, y los he tocado, acariciado su piel y convertido en ángeles, en mariposas, en viento de septiembre.
Porque todo, antes de ser poesía, debe pasar por mi corazón, darlo vuelta con el grito para arriba, colocarlo para el alba, cara al cielo.
Todo debe pasar por mi sangre, por mis huesos, por mi respiración, por el corazón de mi sangre.
Pues, yo soy un poeta, no un hacedor de versos bonitos.
Yo soy un poeta, que ama a los que no tienen amor ni pan, a los que se van, sin haber llegado, a los que, a veces, sonríen, a los que, a veces, sueñan, a los que, a veces, les crece un fusil en las manos, y salen a morir por la vida.
En suma: yo he sido, soy, y seré un poeta revolucionario.
Sobre mi tumba, verán florecer un puño.
Canción para mi sangre libre
Se muere una sola vez.
No habrá más agua, ni amigos;
no habrá más guitarra, ni río, ni muchacha suave;
no habrá, ya, un perro, junto a tu corazón.
Se muere sólo una vez.
Sí.
Y no escupirán mis pasos, ni atarán mi sangre.
Mi lengua es ésta, mírala, nacida para decir cosas.
Y yo no quiero el pan de tus manos, ni quiero el vino.
Yo no quiero, no colgar retratos,
ni dormir entre sábanas almidonadas,
ni quiero que me alumbren de flores, ni de pájaros, ni de trigos.
Yo no quiero silbar, o cantar, o gritar.
Yo no quiero mirar las nubes, o el abdomen sucio de los señores sucios;
yo no quiero mirar de costado a los ministros,
morir en cualquier amanecer con la sangre limpia.
El hombre libre
Estaban los dos hombres, en un calabozo.
¿Por qué estás preso”- preguntó uno.
Porque soy libre- contestó el otro.
¿Y qué es la libertad”
La libertad no existe, como no existe el hombre.
Sólo existe el hombre hambriento y el hombre libre.
¿Y qué es ser un hombre libre”
No decir y no hacer lo que los hombres libres quieren que uno diga y haga.
¿Y si te obligan”
El hombre libre se rió.
Precisamente ” dijo-, ahí está la fuerza del hombre libre. Nadie puede obligarlo a decir ni hacer lo que no quiere.
Sin embargo ” dijo el otro-, ahora, por ejemplo, te obligan a no estar con la mujer que amas.
¿Y quién te dijo ” contestó el hombre libre- que no estoy con ella”
Dardo Sebastián Dorronzoro nació en San Andrés de Giles en 1913, en el corazón de una familia socialista. Poeta, militante y herrero. Recibió menciones y premios por su quehacer poético en distintos concursos.Y su hogar fue centro de reunión de formación poética y política.
Sus libros publicados fueron: la novela “La nave encabritada” (1964) y los libros de poemas “Una sangre para el día” (1974), “Llanto americano” (1984) y “Viernes 25” (1989). Ganó un premio por el libro Llanto Americano en España cuando ya estaba desaparecido, y recién en junio de 1986 su esposa Nelly recibió ejemplares de ese trabajo que contenía más de 30 poemas.
Colaboró también en publicaciones periódicas y culturales de Vedia, Luján y Tucumán.
Fue secuestrado el 25 de junio de 1976 de su domicilio, y desde entonces permanece desaparecido. Un tiempo antes de su secuestro y desaparición, el poeta escribió: “Desde hace tiempo siento la amenaza de este viento sobre la luz de mi lámpara, sobre esa luz que apenas me alcanza para no perderme entre las garras del mundo, entre los dientes de esa inmensa muchedumbre de lobos en la sombra”.
Semanas previas al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Dardo ya había sufrido el accionar del grupo parapolicial que operaba en Luján, denominado “Comando Bruno Genta”, al ser secuestrado de su casa y luego liberado.
En la actualidad se realiza el concurso Nacional de Poesía Dardo Sebastián Dorronzoro en la Universidad Nacional de Luján, cuyo auditorio también lleva el nombre del poeta.