27/3/15

María Julia Magistratti - poemas

AMORES

Amamos
los nombres con los que nombramos las cosas exclusivas e íntimas.
Amamos
las fibras que no pudimos dejar vivir.

Y es entonces cuando los tallos se quiebran
y aparece un limón en tu vereda;
cuando el viento recarga los objetos

cuando respondes con palabras obesas todo lo que ignoras.

Y te fracasa la maternidad de los instantes del mundo.
Y las mañanas con su caracol salpicado de rocío.

Y pides a nadie que te alcance un rosario
cuyas cuentas son de miga de pan. 



Pueblo

No me gustan las cosas que llegan por la noche.

El circo que ocupaba el descampado 
con una sigilosa extravagancia montaba sus destartaladas piezas.
Y a la mañana siguiente, en la panadería, 
unos seres animados e irreales,
ocupaban el espacio,
desorientando a los niños, los perros y las viejas
que volvían a sus casas sin el mandado.

No me gustan las cosas que se instalan por la noche
como una amenaza que se dice por lo bajo.

Los soldados que todos los 9 de julio esperaban a los gallos 
y el desfile,
hacían el chocolate en los tanques despintados,
el frío del amanecer apretaba la entrepierna 
de los raídos trajes verdes
y el casco helaba el cuero de la cabeza,
los pibes colimbas meaban la leche recién ordeñada.

Abanderados y escoltas aparecían en el horizonte 
como un sol artificial
con maestras que ya murieron de cáncer y desconsuelo.
La noche anterior, las madres almidonaban los uniformes 
y delantales apretando la plancha sobre los dobladillos, 
descargando la furia sin más de entregar a sus hijos a los ojos 
de interventores, generales, jueces, párrocos y altivas 
directoras de escuela.

Mi abuela decía “nunca crean en nada que tenga polleras: 
ni directoras ni ingleses ni sacerdotes”.

No me gustan las cosas que se instalan por la noche
como una verdad susurrada que se dice una sola vez

o una sirena
que no viene de ningún lado
pero viene hacia nosotros.


María Julia Magistratti (Azul, 1976), Pueblo. La Gran Nilson. Buenos Aires. 2015.

Foto: Archivo de la Nación

7/3/15

Poema de Elena a su gata


Hecha un ovillo,

al lado de mi cama,
duerme la gata.
Me alegra, 
me conmueve
ese dormir sereno,
sus patitas graciosas,
los bigotes brillantes,
las orejas atentas.
Qué belleza felina
tengo en mi casa.
Cuando abro la puerta
con un miau me saluda
se entrelaza en mis piernas
abrazando la vida.
Y es como un milagro,
acariciarla.


Poema dedicado a la Menina Garota - Elena de San Telmo