12/11/19

Eliodoro Terán

“Pido la palabra”

Ciudadanos del mundo,
en nombre de mi patria, pido la palabra.
En nombre de mi pueblo, sencillo como el agua de la acequia,
pido la palabra.
En mi pequeña morada comenzó la patria
allí todos gritaban en las noches cuando el puño del alcohol,
caía sobre el rostro de mi madre, recuerdo la sangre y los nervios,
los nervios en angustia de alambres aprensados;
en las noches ondas, pobladas de llanto y el miedo de los pequeñitos allá,
en la esquina más dolorosa de mi sangre, comenzó la patria.
La escuela vino después,
también la patria estaba allí avergonzada, humillada;
ocultando en los rincones más apartados, sus pies descalzos.
Y la patria me miraba acongojada desde mis propias pupilas nubladas,
desde mis manos vacías y mis sueños enturbiados.
A mi me mostraban la escuela poblada de azules campanas
y la patria cuajada de campos abiertos,
pero, pero mi patria gemía a 4000 metros sobre el nivel del hambre,
hombres que crecía como piedras paridas por la montaña,
desnudos y fríos como peces muertos,
moviéndose a penas, llevando a cuestas su grito
trancado como una roca clavada en lo más hondo, en lo más duro de la tierra.
No señores,
la patria no era solamente la escuela poblada de altas campanas
ni la tierra salpicada de lagos felices,
no era solamente los montes incrustados de cielo,
ni los desfiles en los días de fiesta,
era también la impotencia del hombre
cuando el pan se convierte en gemido detrás de las puertas,
era la muchacha que buscaba su vestido dominguero en la esquina de la noche;
eran las manos crispadas en los mercados,
y el llanto, extendido en las estaciones.
Mi padre borracho era la patria que pesaba sobre mis pupilas,
sobre mis labios, sobre mis zapatos rotos;
y con esa patria a cuestas yo asistí a la escuela.
La maestra, me mostraba siempre una patria
y un cielo a los que nunca pude comprender.
Una patria con héroes, con cerros de plata, con tierras llenas de árboles frutales;
pero yo tenía que regresar a mi casa en las noches, y allí estaba la patria,
en el pan para dos que nunca satisfacía a cuatro,
en las pupilas de mi padre abiertas
como dos diablos encendidos en medio de los niños.
No señores, no.
La patria no sólo estaba en los salones, ni en los discursos de los presidentes,
ni siquiera en la bandera y sus colores.
Yo encontré a la patria botada en mitad de las calles,
mientras la lluvia cercenaba sus carnes.
Yo la vi desgarrarse por coger un pedazo de carne y otro poco de pan,
y lloré su tragedia, porque teniendo hambre, se comió su libertad.
Y mentidme a mi ahora, mentidme.
Yo vi a mi patria en todos sus confines,
la sentí como un garfio clavado en mitad de mi angustia,
la llevé como túnica de yeso por todos mis caminos,
la sentí como el peso de dios sobre el pecado y busqué su voz
para multiplicarla sobre las campanas del tiempo.
Yo vengo en nombre del obrero y sus overoles manchados,
en nombre de mi padre y su vicio,
pagado con la desnudez de sus hijos,
en nombre de mi madre y su voz callada,
en nombre de los niños yo vengo,
en nombre de mi patria estrujada por manos sin salario.
Yo no vengo a pedirles nada, nada que les pertenezca.
Mi pueblo, mi pueblo quiere su paz,
quiere su barco para recoger de playas lejanas un canto de gaviotas nuevas,
quiere sembrar su trigo y levantar sus fábricas,
quiere que sus niños rían,
jueguen y salpiquen los campos como las gotas de rocío al alba,
quiere que todos crezcan a lo largo de los ríos como el trigo,
y que todos se hinchen de sol y de lluvia como las uvas,
en la cuenca dilatada de los valles.
En nombre de mi pueblo,
humilde como la hierba, sencillo como el agua de la acequia,
ciudadanos del mundo,
pido la palabra.


Eliodoro Terán, poeta boliviano


10/11/19

Roxana Carrizo

Río
Libro de poemas publicado en la colección Ventiluz de Lago Editora
Dedicado a su padre

Su extensión 
inabarcable 
se esfuma del cuadro

entonces su comienzo
y su final
se van del foco
y uno se queda con el sonido incompleto
de lo que apenas se deja ver


tu nombre me cruza como un río
como huesitos rastreando mi forma

tu nombre anda por esta hoja de papel
y se desliza como un arroz sobre la seda



¿y si me acurruco entre las piedras
la muerte se irá?
¿si me vuelvo pequeño como esta mojarra
algo del tiempo va a perdonarme?


se sumerge 
y llega a lo más hondo
para escuchar a los cuerpos preguntando
¿el fondo existe?
¿muere el final en la raíz del mundo?
en el cortejo
los pliegues del agua
dibujan la forma
en la que el paisaje
da de beber 
al relato del mundo

¿qué inventará la mañana en su reflejo? 
¿entrará tan suave como pueda su corazón?  
tanta caída lluvia sobre el río

agua sobre agua

algo más crece allí 
y quizás descienda en fuga
por laderas hostigadas de la tierra

a mitad de camino
de tanto tragar libélulas
logra flotar sobre la noche


.


Roxana Carrizo
Nació en Córdoba, Argentina, en 1963 
Es Licenciada en Letras de la UBA


7/11/19

Marcelo Dughetti


El palo santo y la mirra
no escribirás en los aleros de la noche
lo que el pájaro no canta
no serás esa piedra
ni el árbol embotado de gases
ni el amor embotado de palabras
ya no más
fresco como el corazón de un alcaucil en las horas fatigadas del mediodía
herraras en la altura de tu pensamiento fatuo
tratando de explicarte el mundo que funciona como un guiño
abre y cierra, enciende y apaga
la probabilidades de todos los hombres
no ya no podrás ,ni siquiera será necesario
te dedicas a una disciplina que murió a orillas de un estuario
cuando narciso vio su imagen reflejada
afuera la marcha de los automóviles
los gritos del viejo de los diarios
y la maleza activa ahogando todos los cultivos
adentro la fe y este humo en volutas
como los cabellos de un fantasma desnudo
arman tu deseo, tu pie, tu semilla
cantan en la plaza los niños de la revolución
que vergüenza
no haberles legado nada.
Marcelo Dughetti- libro inedito