La vida de William Burroughs atravesó el siglo XX de espaldas a la historia oficial del mundo que lo rodeaba. Este hombre de perpetuo traje de tres piezas, corbata, tiradores y sombrero se caracterizó por la permanente ruptura con lo establecido. Junto a Jack Kerouac y Allen Ginsberg, logró imponer un estilo que marcó un quiebre a partir de lo que se llamó la “generación Beat” y, más adelante, inventó el “cut-up”, una técnica de escritura que podría definirse como el germen del remix musical: un collage literario. Fue transgresor desde sus libros y desde su forma de vivir. Homosexual, fanático de las armas de fuego y adicto a la morfina y a la heroína, el escritor residió en México, Tánger, París y Londres. Tuvo una causa penal por la muerte de su segunda esposa, Joan Vollmer, en un confuso episodio en el que él le disparó a una copa que ella había puesto sobre su cabeza en pleno trance de drogas y alcohol. Con Vollmer tuvo un hijo que murió en 1981, a los 33 años, adicto a la heroína. En sus obras más conocidas –El Almuerzo Desnudo, Queer y Yonki– se encuentran referencias autobiográficas en las que retrata los viajes –los físicos y los alucinados– que conformaron el repertorio de imágenes crudas y muy directas surgidas de la mente intoxicada y a la vez nítida del escritor, y dan una pincelada del submundo de droga y marginalidad en el que se manejaba. Burroughs: The Movie lo transforma en alguien más cercano, íntimo, palpable. Un espejo de sus ideas a través de sus propias palabras gomosas, nasales, masticadas, desnudas.
Nota de María Zentner para Página 12
Nota de María Zentner para Página 12
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