13/7/14

Joaquín Gianuzzi


Mi hija se viste y sale

El perfume nocturno instala su cuerpo
en una segunda perfección de lo natural.
Por la gracia de su vida
la noche comienza y el cuarto iluminado
es una palpitación de joven felino.
Ahora se pone el vestido
con una fe que no puedo imaginar
y un susurro de seda la recorre hasta los pies.
Entonces gira
sobre el eje del espejo, sometida
a la contemplación de un presente absoluto.
Un dulce desorden se inmoviliza en torno
hasta que un chasquido de pulsera al cerrarse
anuncian que todas mis opciones están resueltas.
Ella sale del cuarto, ingresa
a una víspera de música incesante
y todo lo que yo no soy la acompaña.
Joaquín O. Giannuzzi / Antología poética








8/7/14

Narciso Laprida y Borges

Francisco Narciso Laprida. 
Qué nombres, dulces y fuertes. 
¡Qué apellido sonoro!  Las conjunciones consonánticovocálicas golpean los dientes como la marea y rebotan en la caverna del paladar.

Mucho se habló de su participación en el Congreso de Tucumán, pero poco de su muerte. Él pertenecía a una clase social que no apreciaba al gauchaje, aunque tuviera en el fondo una idea de que hasta el gaucho mismo formaba parte del país. Qué contradictorio. 
Un descendiente ilustre de Francisco Laprida, Jorge Luis Borges, le escribió un poema. Y los poemas son así, transpiran ideas, concepciones del mundo. Cómo hablamos del otro, si lo consideramos, si consideramos sus posiciones políticas, si consideramos  su derecho a defender sus derechos.
Laprida era unitario. Lógico, dada su posición social. Quiroga era federal. Más lógico todavía, coherente. 
Francisco Laprida fue educado dentro de su entorno elitista, como un futuro gobernante. No fue educado para pialar ganado. No. No fue olvidado como hijo, como hermano, criándose en un rancho olvidado. No. Narciso creció en cuna de oro, en él se depositaron las esperanzas y las ansias de poder de su familia, de su clase social toda. 
 Porque en la época en que vivió, había dos clases sociales, nada más. La alta, integrada por familias en su mayoría vascas, y la clase baja, integrada por indígenas, negros, gauchos (mestizos y mulatos) 
Narciso fue un  abuelo ilustre para el descendiente ilustre de una clase social ilustrada. Fue honrado pese a que murió huyendo para salvar su vida. Su cadáver no fue encontrado nunca.

Poema Conjetural

de Jorge Luis Borges (para su pariente ilustre, don Francisco Laprida)


El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 22 de setiembre de 1829 por los montoneros

 de Aldao, piensa antes de morir:
Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla 
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones, 
yo, Francisco Narciso de Laprida, 
cuya voz declaró la independencia 
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre 
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez.  Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí… Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta...




7/7/14

Jorge Luis Borges




La noche de San Juan

Jorge Luis Borges

El poniente impecable en esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave como un sauzal está la noche.
Rojos chisporrotean
los remolinos de las bruscas hogueras;
leña sacrificada
que se desangra en altas llamaradas,
bandera viva y ciega travesura.
La sombra es apacible como una lejanía;
hoy las calles recuerdan
que fueron campo un día.
Toda la santa noche la soledad rezando
su rosario de estrellas desparramadas.

Jorge Luis Borges
Fervor de Buenos Aires (1923)