Exterminad a todos los negros
Por Carlos Semorile
El ensayista sueco Sven Lindqvist escribió hace ya tiempo un libro fundamental que, como corresponde, casi no se conoce, pese a que tenemos la fortuna de contar con una edición de la UBA disponible a un precio irrisorio. Es, creo, indispensable leerlo en estos tiempos de resurgidas violencias oligárquicas.
¿Qué tiene de especial el libro de Lindqvist, cuyo título nos reservamos para no adelantar conclusiones? Para empezar, tiene la virtud de ser la obra de un europeo que se anima a correr la delgada capa de barniz civilizatorio con que las potencias de la vieja Europa adornan sus conquistas. Una vez descorrido el velo, aparece la animalidad más primitiva y básica que desemboca en la brutalidad y en el asesinato: “Nuestra exportación más importante -reflexiona como europeo Sven Lindqvist- era (y es, actualizamos nosotros) la violencia”. Para Lindqvist, el origen de todas las violencias imperiales está en una falaz pero inconmovible idea de superioridad: “En África, Australia y América y en todas las miles de islas de los mares del sur, viven razas inferiores. Tienen -quizás- distintos nombres y tienen entre ellos pequeñas diferencias sin importancia, pero todos ellos son, realmente, ‘negros’. ‘endemoniados negros’. ‘Los finlandeses y los vascos y todo lo que se llamen, no son tampoco para tener en cuenta, son una especie de negros europeos, condenados a desaparecer’. Los negros siguen siendo negros, más allá del color que tengan (…) Los negros no tienen ningún cañón y por lo tanto ningún derecho. Sus países son nuestros. Sus ganados y sus campos, sus miserables enseres domésticos y todo lo que poseen y tienen es nuestro, del mismo modo que sus mujeres son nuestras, para tomarlas como concubinas, castigarlas y permutarlas. Nuestras para contagiarlas con sífilis, preñarlas, maltratarlas y hacerlas sufrir ‘hasta que los más perversos de nuestros malvados las hayan convertido en algo más miserable que los animales’ (…) El hipócrita corazón británico palpita por todos, excepto por aquellos que el propio imperio británico ahoga en sangre”.
Lindqvist dice que el autor de las líneas que él ha estado comentando es el aristócrata y socialista escosés R. B. Cunninghame Graham, un hombre que vivió algunos de sus años de juventud en la Argentina. “Después de una vida aventurera en Sud América, había retornado al país natal y a una carrera como político y escritor. Algunos meses después de ‘Bloddy Niggers’ (el escrito de Cunninghame que Lindqvist comenta), Graham leyó el relato Una avanzada de la civilización, y encontró un alma hermana en su crítica al imperialismo y en su asco por la hipocresía. Le escribió a Conrad y con esto se inició un intercambio epistolar, que es único en su seriedad, en su grado de confidencialidad y en su intensidad. Graham se convirtió en el más íntimo amigo de Conrad”. Tiempo después, Conrad leerá Higginson´s Dream, un relato de Graham con cuyo punto de vista se siente plenamente identificado: “Cuando las razas de color se extinguían, esto no se debía a ninguna inferioridad biológica, sino a lo que nosotros llamaríamos hoy el ‘choque cultural’; la exigencia de adaptarse inmediatamente a la singular especie de cultura occidental (el gin, la Biblia y las armas de fuego)”. El personaje de ese cuento de Graham tiene muchas similitudes con el de una novela que Conrad está a punto de escribir, El corazón de las tinieblas: “Higginson es, al igual que Kurtz, cosmopolita, ‘medio francés, medio inglés’. O sea que es, abreviando, europeo. Y al igual que Kurtz representa un Progreso que implica genocidio, una civilización cuyo mensaje es ‘Exterminad a todos los brutos’”.
Y así titula Lindqvist su magnífico ensayo: “Exterminad a todos los brutos”. O a todos los salvajes, o a todos los bárbaros, dependiendo de la traducción. Este es, en definitiva, el corazón del pensamiento civilizador: todo lo que se oponga al progreso civilizatorio, será calificado de bárbaro y pasado a degüello. En las semicolonias, este esquema imperial se repite al interior de nuestras sociedades fragmentadas, y las clases acomodadas ven a las clases subalternas como “negros endemoniados más allá del color que tengan”, multitudes bárbaras opuestas a la civilización o al “republicanismo” de turno.
Del mismo modo que Kurtz, los intelectuales de las derechas latinoamericanas realizan sus incursiones hacia “el corazón de las tinieblas” peronista/kirchnerista/ chavista/populista (táchese o agréguese lo que se considere necesario). Y al igual que el personaje de Conrad -luego recreado por Marlon Brando y Francis Ford Copola- se explayan en sus “impresiones” para la compañía naviera o para el medio para el cual editorializan. El contenido siempre es el mismo: una mirada denigratoria de lo que somos como Pueblo, de nuestros dirigentes políticos, y del lamentable destino que siempre nos espera si persistimos en abismarnos por el sendero de nuestras tozudas esperanzas comunitarias, y en la idolatría de unos hombres erróneamente devenidos en mitos (mitos que, según su mirada europea, son un atentado a la “Razón”).
Estos “escribas” cultivan el odio y pregonan la guerra a toda la cultura del pueblo. Desde la suma indigna de todos sus prejuicios, ellos piden que alguien extermine a todos los negros. Algunos dirigentes, como Capriles Radonski, han recogido el guante, amplificando la demanda y dando la señal de largada para las hordas fascistas. El resultado está a la vista: 8 venezolanas y venezolanos asesinados por haber cometido el pecado de creer que, siendo pobres, les asistía el derecho a una vida digna, a un presente justo y un porvenir dichoso. En esto culmina la barbarie de la razón civilizatoria. Ya nadie pueda darse por no avisado, y decir que no sabía que el “pensamiento cacerolo” empieza golpeando una olla y termina cometiendo crímenes políticos, sociales, culturales y raciales.
Por Carlos Semorile
El ensayista sueco Sven Lindqvist escribió hace ya tiempo un libro fundamental que, como corresponde, casi no se conoce, pese a que tenemos la fortuna de contar con una edición de la UBA disponible a un precio irrisorio. Es, creo, indispensable leerlo en estos tiempos de resurgidas violencias oligárquicas.
¿Qué tiene de especial el libro de Lindqvist, cuyo título nos reservamos para no adelantar conclusiones? Para empezar, tiene la virtud de ser la obra de un europeo que se anima a correr la delgada capa de barniz civilizatorio con que las potencias de la vieja Europa adornan sus conquistas. Una vez descorrido el velo, aparece la animalidad más primitiva y básica que desemboca en la brutalidad y en el asesinato: “Nuestra exportación más importante -reflexiona como europeo Sven Lindqvist- era (y es, actualizamos nosotros) la violencia”. Para Lindqvist, el origen de todas las violencias imperiales está en una falaz pero inconmovible idea de superioridad: “En África, Australia y América y en todas las miles de islas de los mares del sur, viven razas inferiores. Tienen -quizás- distintos nombres y tienen entre ellos pequeñas diferencias sin importancia, pero todos ellos son, realmente, ‘negros’. ‘endemoniados negros’. ‘Los finlandeses y los vascos y todo lo que se llamen, no son tampoco para tener en cuenta, son una especie de negros europeos, condenados a desaparecer’. Los negros siguen siendo negros, más allá del color que tengan (…) Los negros no tienen ningún cañón y por lo tanto ningún derecho. Sus países son nuestros. Sus ganados y sus campos, sus miserables enseres domésticos y todo lo que poseen y tienen es nuestro, del mismo modo que sus mujeres son nuestras, para tomarlas como concubinas, castigarlas y permutarlas. Nuestras para contagiarlas con sífilis, preñarlas, maltratarlas y hacerlas sufrir ‘hasta que los más perversos de nuestros malvados las hayan convertido en algo más miserable que los animales’ (…) El hipócrita corazón británico palpita por todos, excepto por aquellos que el propio imperio británico ahoga en sangre”.
Lindqvist dice que el autor de las líneas que él ha estado comentando es el aristócrata y socialista escosés R. B. Cunninghame Graham, un hombre que vivió algunos de sus años de juventud en la Argentina. “Después de una vida aventurera en Sud América, había retornado al país natal y a una carrera como político y escritor. Algunos meses después de ‘Bloddy Niggers’ (el escrito de Cunninghame que Lindqvist comenta), Graham leyó el relato Una avanzada de la civilización, y encontró un alma hermana en su crítica al imperialismo y en su asco por la hipocresía. Le escribió a Conrad y con esto se inició un intercambio epistolar, que es único en su seriedad, en su grado de confidencialidad y en su intensidad. Graham se convirtió en el más íntimo amigo de Conrad”. Tiempo después, Conrad leerá Higginson´s Dream, un relato de Graham con cuyo punto de vista se siente plenamente identificado: “Cuando las razas de color se extinguían, esto no se debía a ninguna inferioridad biológica, sino a lo que nosotros llamaríamos hoy el ‘choque cultural’; la exigencia de adaptarse inmediatamente a la singular especie de cultura occidental (el gin, la Biblia y las armas de fuego)”. El personaje de ese cuento de Graham tiene muchas similitudes con el de una novela que Conrad está a punto de escribir, El corazón de las tinieblas: “Higginson es, al igual que Kurtz, cosmopolita, ‘medio francés, medio inglés’. O sea que es, abreviando, europeo. Y al igual que Kurtz representa un Progreso que implica genocidio, una civilización cuyo mensaje es ‘Exterminad a todos los brutos’”.
Y así titula Lindqvist su magnífico ensayo: “Exterminad a todos los brutos”. O a todos los salvajes, o a todos los bárbaros, dependiendo de la traducción. Este es, en definitiva, el corazón del pensamiento civilizador: todo lo que se oponga al progreso civilizatorio, será calificado de bárbaro y pasado a degüello. En las semicolonias, este esquema imperial se repite al interior de nuestras sociedades fragmentadas, y las clases acomodadas ven a las clases subalternas como “negros endemoniados más allá del color que tengan”, multitudes bárbaras opuestas a la civilización o al “republicanismo” de turno.
Del mismo modo que Kurtz, los intelectuales de las derechas latinoamericanas realizan sus incursiones hacia “el corazón de las tinieblas” peronista/kirchnerista/
Estos “escribas” cultivan el odio y pregonan la guerra a toda la cultura del pueblo. Desde la suma indigna de todos sus prejuicios, ellos piden que alguien extermine a todos los negros. Algunos dirigentes, como Capriles Radonski, han recogido el guante, amplificando la demanda y dando la señal de largada para las hordas fascistas. El resultado está a la vista: 8 venezolanas y venezolanos asesinados por haber cometido el pecado de creer que, siendo pobres, les asistía el derecho a una vida digna, a un presente justo y un porvenir dichoso. En esto culmina la barbarie de la razón civilizatoria. Ya nadie pueda darse por no avisado, y decir que no sabía que el “pensamiento cacerolo” empieza golpeando una olla y termina cometiendo crímenes políticos, sociales, culturales y raciales.
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