21/6/19

Juan Noel Mazzadi



 De los nidos de ginebra

Mis mediodías son sótanos despellejados
que el sol lastima,
los ruidos de grillos
los roces sin piedad de zapatillas, de plumas
contra los zócalos,
los aullidos horrendos de las mariposas, la centella
de un fósforo que parte mi cerebro,
los cigarrillos que empiezan su carrera,
todo está contenido en Tu mediodía, Señor
Dios, sálvame
de esta hendida, de la caravana
de pianos de arena y de sus frases
que ya los sabios tuvieron por indescifrables,
de violas y violines que prosiguen con raspidos
un discurso insulso,
la casa sombría no es protección,
los santos me dan la espalda, Dios
que me olvidas.
Tu rata, como sabes, vive hambrienta
en dormitorio desconocido, acurrucada
contra el pie de una cama Sheraton
y pende de murmullos, de amenazas
refugiada en un gramo de oscuridad
con terror hacia un trayecto de centímetros.
¿Creen en Ti las ratas? … Quieren,
supongo vivir, frotarse el hocico con el hocico
de sus congéneres,
durar con el estómago caliente
canturrear en la penumbra de sus festividades
hurtar carroña, soñar penetraciones,
no se sienten culpables sino ágiles
al corretear más allá de su agujero
o volver a él, muerden y matan
lustrosas, lavadas en el placer, en el miedo,
entre el tufo de sus hijuelos,
hembras y ancianos de la inmunda raza
pero Hoy es Tu mediodía
y ha quedado aislada, es rata
que me da un asco indecible,
asco también ella me tiene, nos odiamos,
va tentando el sendero de su cueva,
ignorándola me escurro hacia otro lado,
hacia las huchas donde guardo
la ginebra, ella
regresa a su poblado apestoso,
yo, Señor, espero el llamado
de Tu voz,
solitario y ajeno. Tus criaturas
somos iguales, no lo repitas,
pero la rata tiene una consistencia
que yo no tengo, un orgullo, una indiferencia
de déspota, come mis detritos y está entera,
yo le tengo miedo, se aproxima el final,
te pido una mirada, complacencia
por el poeta, tiempo bonancible, una flor,
años de sueño,
y Tu perdón, Dios, Tu perdón.

La mano extendida, la mano levantada (Kioto)

Templos de Kioto barnizados
por inmensos engaños
los biznietos de los nietos de los
poderosos
-aquellos que pagaron las piedras
iniciales
quemaron el primer incienso
pidieron a unos dioses
tan ingenuos como ellos
vida repetida, felicidad de amor
perpetua,
oro, triunfos en la guerra-


los descendientes de aquellos
muertos
que murieron de pronto y solos
como cualquiera
esos conservan y veneran y
pintan
de rojo las espléndidas columnas
del Heián
cuidan los capiteles, las tejas,
la armonía verde de los parques
y así bajo la lluvia los Templos
crecen
vívidas gemas
altares de la imposible Eternidad.


Sin embargo
cuando el ave Hoo del Paraíso
tiende a volar sus alas de bronce
y en el ocaso el Templo Dorado
se me aparece luminoso,
perfecto,
con su miel interior petrificada,
su pasiva entrega a la quietud del
agua,


empiezo a querer para mí que
vuelva
a renacer mi vida
que incontables veces el ciclo
se repita
añoro con dolor mi juventud
el triunfo en la batalla
que se inició perdida
el oro que no tendré jamás, el
amor
de cuando el amor era tan fresco
como los nevados cerezos del
Kiyomisu.


Ejércitos de ídolos del
Sanjúsangendó
alineados a la espera de mi
plegaria
condúzcanme hasta el Antiguo
Maestro
para que con su diestra
levantada
me enseñe
la resignación
y con su izquierda extendida
me haga el don del olvido


"Vamos,
no hay que perder la cabeza..."

Es idiota recurrir a médicos,
psicólogos inexpertos, psiquíatras o pastillas
si uno del tango sabe que fumar es malo,
malo el vino, malos los militares,
malo el copetín de madrugada.
Sabe en cambio que son buenas
las mujeres sabias
que preparan tus comidas,
que te encuentran y te pierden,
que siempre están llegando,
siempre partiendo.
Esta es la más antigua ley
del conventillo.

Juan Noel Mazzadi (1932-1993) Fue músico y poeta, vivió en Buenos Aires


20/6/19

Natalia Carrizo


Por el sendero del hermano 

Solo la inercia liga el tiempo a la dignidad mutilada.Detenga la caída:¡Hay otros surcados por la misma fatalidad!Batalle la alienación. Anude verdades en su senda,lazos ciertos sin matiz de hipocresía;así sabrá en quién confiaral momento de no rendirse.Alumbre el encuentro,encuéntrese,encuéntrelos,encuéntreme,nos encontremos…Podemos iniciarlo todo.
Resista
Resista. Exista. Encuentre entre sus afectos la ciudad habitable. Organice la solidaridad. Cuide a los suyos, teja redes. Comparta el plato de comida cuando falte. Abrace y contenga. Déjese abrazar y pídalo cuando haga falta.
Lo quieren quebrado. Lo quieren asumiendo el imposible. Lo quieren muerto por dentro y esclavo. Grite cuando haga falta, mascullar hace mal al alma y a los dientes.
Renuncie a la resignación. Anuncie la exasperación. Contagie.
Camine dos cuadras más pero elija siempre a los propios, cada cual merece el jugo de los trapos que no lava. Esto es parte de la justicia.
No practique la empatía con los hijos de puta, puede convertirse en uno de ellos.
A la estética, ética.
Esquive la anestesia.
Diviértase, pero no se entretenga.
No se acostumbre.
No se acostumbre.
No se acostumbre.
Exista en la identidad.
Resista la autoridad.
Encuentre entre sus afectos la ciudad habitable.
De todos
De todos es
la tierra, el agua, la semilla
el sol y la noche alunada
la tormenta sin jaula
la niebla impávida
el día fértil
el tiempo rabia
Lo que cayó del árbol
es de todos, aun
si el árbol se silencia
De todos es la calle
y que se callen las rejas
los cercos, las verjas
las tejas perversas
Es de todos, el abrigo
el amigo, la memoria
y los placeres del olvido
De todos, el amor
de todos, la alegría
De todos, la olla
humeante, solidaria
el furgón y las conquistas
mares, cerros y ramas
los glaciares y hasta el fuego
o el misterio de la vida
Lo frágil es de todos
la fuerza es compartida
la flexión de los derechos
es mitad opresión
mitad cobardía
De todos, la resistencia
de todos, la poesía
la dignidad, el pan
y la desobediencia
…O al menos
debería.

19/6/19

Vahan Tekeyan


LLANTO

Vos, extraño, alma gemela,
que dejas atrás el camino de la dicha.
escuchame.
Sé que tus pies inocentes todavía están mojados
con la sangre de los tuyos.
Manos extranjeras han venido y te han tirado
la rosa sublime de la libertad,
que finalmente brotó de los dolores de tu raza.
Deja que su perfume divino intoxique a todos,
deja que todos -aquellos distantes, tu vecino, los desagrade-
                                                                                 [cidos,
vengan y quemen incienso
ante la Diosa de la Justicia
que tallaste en la piedra con tu martillo.
Orgulloso sembrador, deja que otros recojan con sus
                                                                             [guadañas
el trigo que madura en la tierra dorada que trabajaste.
Porque si sos perseguido por el Mal,
no olvides que has nacido
para traer el mundo el Bien.

Camina por las avenidas jubilosas
y no permitas que los contentos vean en tus ojos
aquella imagen de cadáveres y ceniza.
Perdona al que pasa, sea un buen hombre o un criminal.
Porque el dolor Armenio
emerge en la faz de tus ojos.
Mientras caminas a través del cruce-de-caminos del júbilo,
no permitas que una mota de contento o una lágrima
manchen la majestuosidad del dolor.
Porque para los derrotados las lágrimas son cobardía
y para los victoriosos, la sonrisa es frívola, una arruga.

Mujer armenia, con velos oscureciéndote como la muerte.
Vos,  hombre joven con angustia nativa
corriendo por tu rostro,
camina calle abajo sin furia ni odio
y grita: ¡qué día brillante!
qué sarcástico cavador de tumbas...
qué turba, qué danzas, qué alegría
y cuántas fiestas por todas partes...
Nuestras mortajas rojas son banderas de victoria.
Los huesos de nuestros hermanos son flautas...
con ellos hay otros haciendo músicas extrañas.
Pero no tiembles hermana desconocida,
o hermano de destino.
Mientras estudian las estrellas
cobren ánimo, sigan adelante.
La ley de la vida permanece la misma...
los seres humanos no pueden entenderse entre sí.

Y esta tarde antes de la puesta del sol
todos ustedes regresarán a sus casas,
sean éstas de mármol o de barro,
y calmadamente cerrarán las persianas de sus ventanas.
Ciérrenlas del malvado Capital,
ciérrenlas en la cara de la humanidad,
y en la cara de su dios.
Aún la lámpara sobre su mesa
se extinguirá
por los claros susurros de sus almas.



VAHAN TEKEYAN
(1878-1945)