31/1/13

Novela negra sueca, los precursores


Per Wahlöo y Maj Sjöwall, los padres de la literatura "noir" nórdica.
Periodistas a los que no les gusta nada su país, Suecia, no les gustan sus atardeceres, ni el frío, ni la manera en que funciona porque creen que su país, la aparentemente perfecta Suecia, está pisoteando derechos sociales y libertades civiles, se cruzan en una revista llamada 'Idun', se enamoran, se casan y, una noche, mientras cenan, se preguntan si no deberían dejar de escribir artículos. Porque, qué sentido tiene seguir escribiendo artículos si no pueden contar, con total libertad, lo que realmente no les gusta de lo que ven. Es esa noche cuando nace Martin Beck, comisario de la Brigada Nacional de Homicidios de Estocolmo, divorciado, de apariencia siniestra y fumador compulsivo de un tipo de cigarrillos llamados Florida.

Los periodistas en cuestión son Per Wahlöo y Maj Sjöwall, la pareja sueca que aquellos que conocen el desarrollo del 'noir' escandinavo consideran 'padres' de la literatura de género no ya sólo sueca sino, por extensión, nórdica. Nacidos alrededor de los años 30 del pasado siglo (Walhöo en 1926 y Sjöwall en 1935), uno rondaba los 40 cuando empezó a escribir y la otra, los 30. Su visión de Suecia quedó plasmada en 10 novelas que publicaron, a razón de prácticamente una por año, entre 1965, año en que debutaron con 'Roseanne' y 1975, año en que murió Wahlöo y en que se publicó la última, 'Los terroristas'. De entre todas ellas destaca 'El policía que ríe', la que publicaron en 1968 y que les valió un Premio Edgar Allan Poe, el primer Edgar Allan Poe que se otorgaba a una novela no escrita en inglés. 'El policía que ríe' fue incluso llevada al cine. La protagonizó Walter Mathau, la dirigió Stuart Rosenberg y, en España, se tituló 'San Francisco, ciudad desnuda'. Aunque también, de entre todas ellas, merece una medalla 'Los terroristas', en parte, porque acaba de ser reeditada por RBA y porque supone el fin de Martin Beck y de una manera de entender la novela negra y Suecia. Una manera que influyó quizá incluso más de la cuenta a Stieg Larsson, creador del periodista investigador (¿un homenaje a sus ídolos?) Mikael Blomqvist y de la 'hacker' Lisbeth Salander.

Burocracia y falta de empatía

Larsson deja claro en su trilogía 'Millenium' que Suecia no es un país 'limpio'. Pero nada de lo que dijo Larsson sobre su oscuro país sonó a nuevo a los lectores de la pareja que creó a Martin Beck, de cuyos libros se han vendido más de 10 millones de ejemplares en todo el mundo. En concreto, en la novela que acaba de reeditarse Suecia se aparece comoun enorme monstruo víctima de la burocracia y la falta de empatía. La misión de Beck en esta novela es la de escoltar a un senador estadounidense que está de visita oficial en Estocolmo.
Estamos en los años 70 y hace no demasiado se ha producido un atentado terrorista (hay una banda criminal internacional actuando en Estocolmo, su nombre es ULAG y se dedica a sembrar el caos con el único fin de llevar al poder partidos racistas) y la Policía, con mayúsculas,no puede arriesgarse a que le pase nada al senador norteamericano.
Así pues, Beck está sirviendo de escolta a un senador cuando se descubre el cadáver de un productor de cine porno que estaba convenciendo a jovencitas de que participaran en sus películas, con promesas de todo tipo. Entre ellas, Rebecka Lind, una chica atrapada en un mundo que desconoce y del que no cree posible salir. Precedida de un excelente prólogo del escritor Dennis Lehane (que ELMUNDO.es adelanta a sus lectores) admirador de la pareja y de las aventuras del desdichado Beck quien, por cierto, después de separarse de su mujer (Inge), con la que ha tenido dos niños, niños que cuando arranca esta historia son adolescentes, se enamora de Rhea y deja de ser tan desdichado, 'Los terroristas' es una buena muestra, quizá la mejor, de cuán lejos puede llegar una pareja de periodistas al mando de esa nave siempre implacable llamada Novela Negra.

Fuente: EL MUNDO

Otros autores de novela negra sueca CLICK AQUÍ 


30/1/13

Juicio Menéndez III


CÓRDOBA.- Con el represor Luciano Benjamín Menéndez como principal imputado, otros 44 acusados y 983 testigos, comenzó  el juicio oral y público de la megacausa del ex centro clandestino de detención La Perla. Se estima que allí unas 2500 personas sufrieron torturas y 417 de ellas murieron antes y durante la última dictadura militar. Y seguirá luego de la feria de enero.
La denominada causa Menéndez III o Juicio La Perla está compuesta por la acumulación de 16 causas por secuestros, tormentos y homicidios ocurridos entre 1975 y 1977, cuyas víctimas, en la mayoría de los casos, permanecieron en cautiverio en los centros clandestinos de detención La Perla, La Ribera y el Departamento de Informaciones de la policía provincial que funcionaba en el Cabildo. El fiscal federal, Carlos Gonella, dijo que es una de las causas más grandes, que "cubre un amplio espectro de hechos que van desde fines de 1975, en los que intervinieron elementos policiales y militares integrantes de los Comandos Libertadores de América (CLA), versión local de la Triple A". Incluido Menéndez, serán juzgados 44 represores a los que se les imputan los delitos de privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos, lesiones gravísimas y homicidios calificados, entre otros.
  • Benjamín Menéndez
    Ex militar 

    Será el principal imputado en la causa, aunque junto a él se juzgará a otros 44 ex represores de la dictadura que actuaron en Córdoba.                        Fuente: La Nación
Los imputados son Luciano Benjamín Menéndez; Jorge Acosta; Ernesto Barreiro; Aldo Chechi; Carlos Díaz; Luis Diedrichs; Calixto Flores; José Herrera; Ricardo Lemoine; Arnoldo López; Rocardo Lardone; Luis Manzanelli; Emilio Morard; Orestes Padován; Luis Quijan; Hermes Rodríguez; Héctor Romero; José Tofalo; Carlos Vega; Juan Vega; Héctor Vergez y Carlos Villanueva.

La Perla, también llamado "La Universidad", fue el principal centro clandestino de detención de Córdoba y por allí pasaron miles de detenidos, la mayoría de los cuales continúan hasta hoy en situación de desaparecidos.

El centro, hoy convertido en Museo de la Memoria e inaugurado por el entonces presidente Néstor Kirchner el 24 de marzo 2007, estaba ubicado a 12 Km. de la Ciudad de

Córdoba, sobre la Ruta Nacional 20 que lleva de la ciudad capital a Carlos Paz, en la localidad de Malagueño.

La Perla fue instalado en 1975, antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976 y fue desmontado en 1979. Según relevamientos, funcionó desde el 24 de marzo de 1976 hasta marzo de 1978. El lugar estaba a cargo del III Cuerpo de Ejército bajo el mando del general Luciano Benjamín Menéndez, quien inspeccionaba frecuentemente el centro; el general Sasaian fue su segundo al mando y el coronel Cesar Emilio Anadon, estuvo al mando directo de la Perla.

El libro "Sobrevivientes de la Perla" relata que los prisioneros eran fusilados en los campos aledaños al centro y hasta allí eran trasladados en un camión bautizado “Mercedes Benz”. Con posterioridad al 2000, en Córdoba se tomó la decisión de crear Museos de la Memoria en aquellos lugares que fueron centros de detención

clandestinos, de los cerca de 30 que existieron, hoy son sitios de memoria: la D-2, donde funciono el Departamento de Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba; La Perla; "Campo La Rivera"; "Casa de Hidráulica", en Dique San Roque.
 Fuente: Agencia Telam


25/1/13

Rainer María Rilke


Ciertamente es extraño no poder habitar más la tierra,
dejar para siempre de practicar unas costumbres apenas
aprendidas,
no dar a las rosas ni a las otras cosas, que de suyo
eran ya una promesa, la significación de un futuro 
humano;
no ser más lo que se era en unas manos infinitamente
angustiadas,
y tener que desprenderse aun del propio nombre
como quien arroja, lejos de sí, un juguete roto.
Extraño no seguir deseando los deseos. Extraño
ver todo aquello que nos concernía como flotando
suelto en el espacio. Y penosa la tarea de estar muerto,
penoso es recobrarse plenamente, hasta llegar a sentir
poco a poco
una huella de eternidad. Pero los vivientes cometen
el error de querer distinguir con demasiada nitidez.
Los ángeles no saben a menudo si se mueven
entre los vivos o entre los muertos. La eterna corriente
arrastra consigo, a través de los dos reinos, todas las
edades,
y sobre ambos se extiende, acallándolos, el poderío de su
voz.
..
Rainer Maria Rilke PragaBohemia, Imperio austrohúngaro  1875/1926

21/1/13

Cayetano Rodríguez y Ernesto Cardenal

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo

Es un anagrama de Ernesto Cardenal, poeta y revolucionario nicaragüense que ayer cumplió años. 



Hoy 21 de enero, recordamos a otro poeta y revolucionario: Cayetano Rodríguez. 


Fue diputado en la Asamblea del año 13, también en el Congreso de Tucumán. Tiene un poema hermoso a los esclavos negros que habían luchado en la defensa de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas. Y sobre todo, fue el gran maestro de quien aprendió Mariano Moreno.




Franciscano, Poeta, Periodista y Patriota.

-La patria es una nueva musa que nos influye divinamente.
 

(Fray Cayetano Rodríguez)


NACIÓ EN SAN PEDRO (BUENOS AIRES) EN 1761.
 
MURIÓ EN BUENOS AIRES EL 21 DE ENERO DE 1823. 

Además de ser uno de los más destacados patriotas, en la época de la Revolución de Mayo y la declaración de la Independencia nacional, Fray Cayetano Rodríguez fue también un entusiasta promotor del avance cultural del país y un educador de trayectoria. 

Curso sus estudios primarios en un colegio comandado por los Padres franciscanos y, luego de bachillerarse, cuando tenía 16 años, ingresó a la Orden Franciscana, en calidad de novicio. Recibió las órdenes sacerdotales en 1793. 

Luego, en la Universidad de Córdoba, comandó las cátedras de teología y filosofía, entre los años 1783 y 1790. 

Sobre esta última ciencia redactó dos tomos manuscritos que han llegado hasta el presente y en ellos trata de los fenómenos de la naturaleza, basándose en trabajos de estudiosos europeos.

Las lecciones que Rodríguez dictó se conservan en varios códices que contienen la Lógica, la Física General, y la Física Particular. 

En 1790, regresó a Buenos Aires, y se dedicó a enseñar teología, filosofía hermenéutica y física en el Convento de los franciscanos. (En esa época, la filosofía y la teología eran materias que tenían muchos puntos en contacto. 

La doctrina filosófica predominante, y a la que adhería la Iglesia, era el escolasticismo, derivado de las enseñanzas de Aristóteles. 

Si bien en Europa el mecanicismo ya había comenzado a resquebrajar el nomolítico edificio escolástico, en América, la filosofía aun se enseñaba con estricto respeto por esta doctrina.) 

En 1796, Rodríguez dictó un curso de lógica, del cual se conservan copias escritas en el convento de San Francisco, en Buenos Aires, y en la ciudad de Jujuy.

En 1807, compuso un poema consagrado a la libertad de los esclavos que tomaron parte en la defensa de Buenos Aires. 

Eran tiempos difíciles, y Rodríguez se convirtió en un decidido patriota. 

En esos años, se relacionó estrechamente con el joven Mariano Moreno, y fue su protector y maestro.

En mayo de 1810, Rodríguez tomó parte activa de los sucesos independentistas. 

El 24 de septiembre de 1810, a iniciativa de Moreno, fue nombrado por la Primera Junta de Gobierno, director de la Biblioteca Pública, recién instaurada, cargo que desempeñó hasta 1814. 

En 1811, fue designado Ministro Provincial, y, en 1812, comenzó su actuación política, como vocal de la Asamblea, que fue disuelta casi de inmediato por influencia de Rivadavia. 

Fue elegido diputado a la Asamblea General Constituyente de 1813, donde tuvo que redactar el diario de sesiones denominado Redactor de la Asamblea. 

El 25 de mayo de 1813 se ejecutó y cantó por primera vez el Himno Nacional en oportunidad de conmemorarse el tercer aniversario de la Revolución de Mayo y festejando los triunfos de Tucumán y Salta.

Asistieron a ese hecho histórico, además de Mariquita Sánchez, Thompson, Remedios de Escalada, San Martín, Alvear, Balcarce, Blas Parera, Vicente López y Planes y Fray Cayetano Rodríguez entre otros. 

En 1815, fue designado representante por Buenos Aires al Congreso de Tucumán. Allí, presentó una moción para nombrar una comisión que debía preparar el proyecto de Constitución. 

Según se cree, y en virtud a sus dotes de redactor, es posible que el acta de la declaración de la Independencia argentina fuera obra de fray Cayetano Rodríguez. 

Posteriormente, vivió dedicado a sus trabajos sacerdotales y a la labor pública. En 1822, fundó el periódico El Oficial del Día, desde el cual defendió las ideas de la Iglesia en oposición al periódico El Centinela, que promovía reformas eclesiásticas y que apoyaba al gobierno de Rivadavia, con quien Fray Cayetano Rodríguez nunca coincidió. 

Fray José Cayetano Rodríguez falleció en Buenos Aires, el 21 de enero de 1823, a los 62 años de edad.
      
Educ.ar S.E. - Saavedra 789 - Ciudad de Buenos Aires - C1229ACE - Tel / Fax: 54-11-5129-6500 (rot.) - Argentina


17/1/13

José Watanabe




EL CAMISON 
Mi madre dejaba su camisón colgado de la percha
cuando se iba al mercado
o a intercambiar infortunios con sus vecinas.
El camisón de mi madre tenía tetas, tetas
inagotables.
Eran la mejor fábrica de ese mundo perdido,
considerando que había otras igualmente silenciosas
donde se destilaban la sangre, las resinas,
y la savia de los grandes ficus de la plaza.

Mi madre, como los animales milagrosos, comía
hierba, miel y tierra
y producía leche de diferentes sabores, sin olvidar
los tóxicos.
Primero alimentaba a los muertos. Las madres perdían
muchos niños en el fondo de esas casas lúgubres.
Ellos les merodeaban siempre los senos
y yo imaginaba que bebían
mientras ellas se limpiaban a solas los pezones en los patios.
Yo estoy vivo. Mira ahora mis huesos, limpios y blancos
como lirios
porque tuve, entre vestidos viejos,
los mejores surtidores de la tierra, dos tetas pródigas
dejadas cuidadosamente en un camisón de lino.

José Watanabe


16/1/13

Torso de Apolo arcaico - poema de Rilke


POEMAS DE RAINER MARIA RILKE


TORSO DE APOLO ARCAICO


No conocemos la inaudita cabeza,
en que  maduran los ojos. Pero
su torso brilla aún como candelabro
en el que la vista, tan solo reducida,
persiste y brilla. De lo contrario,  no
te deslumbraría la saliente  de su pecho,
ni por suave curva de las caderas viajaría
una sonrisa hacia aquel punto donde colgara el sexo.
Si no siguiera en pie esta piedra
desfigurada y rota
bajo el arco transparente de los hombros
ni brillara como piel de fiera;
ni centelleara por cada uno de sus lados como una estrella:
porque aquí no hay un solo lugar que no te vea. Debes cambiar tu vida.


14/1/13

Encuentro de poetas nativos de América

En un reciente encuentro, poetas indígenas de América Latina se reunieron en la Universidad Autónoma Latinoamericana de México.
Quechuas de Colombia, mazaremos, mixtecos, tsotsiles y zoques de México; shuars y kichwas de Ecuador compartieron sus experiencias poéticas.

Humberto Ak'abal, de la etnia maya quiché de Guatemala, uno de los poetas indígenas más destacados de Latinoamérica,  hermana en sí mismo la conciencia indígena (sus idiomas, su grandeza, su espiritualidad, su música, su canto) y la conciencia de los nuevos países que desde hace quinientos años en unas partes se llaman Chile, Bolivia o Perú y en otras Guatemala o México." Carlos Montemayor "Quedo, de la poesía de Ak'abal, seriamente impresionado por su esencial sencillez, por la elementalidad sagrada en que palpitan las palabras que revelan los hechos, las cosas, los seres directamente naturales..." Antonio Gamoneda "Humberto Ak'abal canta como los pájaros, habla maya-k'iche' y piensa como desearíamos que pensara la mayoría de los hombres." Miguel Rojas Mix


Fuente: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/01/130107_video_poesia_indigena_mexico_pea.shtml

12/1/13

Rodolfo Walsh





  Cuentos para tahúres
El sótano estaba lleno del humo de los cigarrillos. Flores le pidió a Jiménez que le trajera un café, y el otro se marchó rezongando. Zúñiga sonreía maliciosamente mirando la cara de rabia de Pereyra. Pegado a la pared, un borracho despertaba de tanto en tanto y decía con voz pastosa:
  -¡Voy diez a la contra! -Después se volvía a quedar dormido.
  Los dados sonaban en el cubilete y rodaban sobre la mesa. Ocho pares de ojos rodaban tras ellos. Por fin alguien exclamó:
  -¡El cuatro!
  En aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo. Encima de la mesa había una lamparita eléctrica, con una pantalla verde. Yo no vi el brazo que la hizo añicos. El sótano quedó a oscuras. Después se oyó el balazo.
  Yo me hice chiquito en mi rincón y pensé para mis adentros: “Pobre Flores, era demasiada suerte”. Sentí que algo venía rodando y me tocaba en la mano. Era un dado. Tanteando en la oscuridad, encontré el compañero.
  En medio del desbande, alguien se acordó de los tubos fluorescentes del techo. Pero cuando los encendieron, no era Flores el muerto. Renato Flores seguía parado con el cubilete en la mano, en la misma posición de antes. A su izquierda, doblado en su silla, Ismael Zúñiga tenía un balazo en el pecho.
  “Le erraron a Flores”, pensé en el primer momento, “y le pegaron al otro. No hay nada que hacerle, esta noche está de suerte.”
  Entre varios alzaron a Zúñiga y lo tendieron sobre tres sillas puestas en hilera. Jiménez (que había bajado con el café) no quiso que lo pusieran sobre la mesa de billar para que no le mancharan el paño. De todas maneras ya no había nada que hacer.
  Me acerqué a la mesa y vi que los dados marcaban el 7. Entre ellos había un revólver 48.
  Como quien no quiere la cosa, agarré para el lado de la puerta y subí despacio la escalera. Cuando salí a la calle había muchos curiosos y un milico que doblaba corriendo la esquina.
   Aquella misma noche me acordé de los dados, que llevaba en el bolsillo -¡lo que es ser distraído!-, y me puse a jugar solo, por puro gusto. Estuve media hora sin sacar un 7. Los miré bien y vi que faltaban unos números y sobraban otros. Uno de los “chivos” tenía el 8, el 4 y el 5 repetidos en caras contrarias. El otro, el 5, el 6 y el 1. Con aquellos dados no se podía perder. No se podía perder en el primer tiro, porque no se podía formar el 2, el 3 y el 12, que en la primera mano son perdedores. Y no se podía perder en los demás porque no se podía sacar el 7, que es el número perdedor después de la primera mano. Recordé que Flores había echado siete pases seguidos, y casi todos con números difíciles: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10… Y a lo último había sacado otra vez el 4. Ni una sola clavada. Ni una barraca. En cuarenta o cincuenta veces que habría tirado los dados no había sacado un solo 7, que es el número más salidor.
  Y, sin embargo, cuando yo me fui, los dados de la mesa formaban el 7, en vez del 4, que era el último número que había sacado. Todavía lo estoy viendo, clarito: un 6 y un 1.
  Al día siguiente extravié los dados y me establecí en otro barrio. Si me buscaron, no sé; por un tiempo no supe nada más del asunto. Una tarde me enteré por los diarios que Pereyra había confesado. Al parecer, se había dado cuenta de que Flores hacía trampa. Pereyra iba perdiendo mucho, porque acostumbraba jugar fuerte, y todo el mundo sabía que era mal perdedor. En aquella racha de Flores se le habían ido más de tres mil pesos. Apagó la luz de un manotazo. En la oscuridad erró el tiro, y en vez de matar a Flores mató a Zúñiga. Eso era lo que yo también había pensado en el primer momento.
  Pero después tuvieron que soltarlo. Le dijo al juez que lo habían hecho confesar a la fuerza. Quedaban muchos puntos oscuros. Es fácil errar un tiro en la oscuridad, pero Flores estaba frente a él, mientras que Zúñiga estaba a un costado, y la distancia no habrá sido mayor de un metro. Un detalle lo favoreció: los vidrios rotos de la lamparita eléctrica del sótano estaban detrás de él. Si hubiera sido él quien dio el manotazo -dijeron- los vidrios habrían caído del otro lado de la mesa de billar, donde estaban Flores y Zúñiga.
  El asunto quedó sin aclarar. Nadie vio al que pegó el manotazo a la lámpara, porque estaban todos inclinados sobre los dados. Y si alguien lo vio, no dijo nada. Yo, que podía haberlo visto, en aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo, que no llegué a encender. No se encontraron huellas en el revólver, ni se pudo averiguar quién era el dueño. Cualquiera de los que estaban alrededor de la mesa -y eran ocho o nueve- pudo pegarle el tiro a Zúñiga.
  Yo no sé quién habrá sido el que lo mató. Quien más quien menos tenía alguna cuenta que cobrarle. Pero si yo quisiera jugarle sucio a alguien en una mesa de pase inglés, me sentaría a su izquierda, y al perder yo, cambiaría los dados legítimos por un par de aquellos que encontré en el suelo, los metería en el cubilete y se los pasaría al candidato. El hombre ganaría una vez y se pondría contento. Ganaría dos veces, tres veces… y seguiría ganando. Por difícil que fuera el número que sacara de entrada, lo repetiría siempre antes de que saliera el 7. Si lo dejaran, ganaría toda la noche, porque con esos dados no se puede perder.
  Claro que yo no esperaría a ver el resultado. Me iría a dormir, y al día siguiente me enteraría por los diarios. ¡Vaya usted a echar diez o quince pases en semejante compañía! Es bueno tener un poco de suerte; tener demasiada no conviene, y ayudar a la suerte es peligroso…
  Sí, yo creo que fue Flores no más el que lo mató a Zúñiga. Y en cierto modo lo mató en defensa propia. Lo mató para que Pereyra o cualquiera de los otros no lo mataran a él. Zúñiga -por algún antiguo rencor, tal vez- le había puesto los dados falsos en el cubilete, lo había condenado a ganar toda la noche, a hacer trampa sin saberlo, lo había condenado a que lo mataran, o a dar una explicación humillante en la que nadie creería.
  Flores tardó en darse cuenta; al principio creyó que era pura suerte; después se intranquilizó; y cuando comprendió la treta de Zúñiga, cuando vio que Pereyra se paraba y no le quitaba la vista de las manos, para ver si volvía a cambiar los dados, comprendió que no le quedaba más que un camino. Para sacarse a Jiménez de encima, le pidió que le trajera un café. Esperó el momento. El momento era cuando volviera a salir el 4, como fatalmente tenía que salir, y cuando todos se inclinaran instintivamente sobre los dados.
  Entonces rompió la bombita eléctrica con un golpe del cubilete, sacó el revólver con aquel pañuelo a cuadros y le pegó el tiro a Zúñiga. Dejó el revólver en la mesa, recobró los “chivos” y los tiró al suelo. No había tiempo para más. No le convenía que se comprobara que había estado haciendo trampa, aunque fuera sin saberlo. Después metió la mano en el bolsillo de Zúñiga, le buscó los dados legítimos, que el otro había sacado del cubilete, y cuando ya empezaban a parpadear los tubos fluorescentes, los tiró sobre la mesa.
  Y esta vez sí echó clavada, un 7 grande como una casa, que es el número más salidor…

Rodolfo Walsh (9 de enero 1923 - Desaparecido el 25 de marzo de 1977)


Walsh era descendiente de irlandeses, nació el 9 de enero de 1927 en Lamarque  (hasta 1942 "Nueva Colonia de Choele-Choel"), provincia de Río NegroArgentina.
Llegó a Buenos Aires en 1941 para realizar sus estudios secundarios. Completados estos, comenzó a estudiar filosofía y letras  pero abandonó para emplearse en los más diversos oficios: fue oficinista de un frigorífico, obrero, lavacopas, vendedor de antigüedades y limpiador de ventanas. A los 17, había comenzado a trabajar como corrector en una editorial, germen de su oficio de periodista, en el que habría de destacarse.

Su desaparición y muerte

El 25 de marzo de 1977, un día después de fechada su Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar, las versiones afirman que Rodolfo Walsh se encontraba a pie cerca del cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, en Buenos Aires, después de enviar por correo los primeros ejemplares -de la carta- en un buzón de Plaza Constitución, cuando un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada le dio la orden de entregarse pero Walsh se resistió con el arma que llevaba y fue herido de muerte.
Los integrantes de ese grupo están siendo juzgados por el secuestro y muerte del escritor. Los acusados, quienes según la Cámara Federal de Apelaciones “paseaban a secuestrados en automóvil” para identificar a Walsh, también llevaron a quien “cantó” esa cita que el escritor tenía en el lugar donde se lo secuestró. Ricardo Coquet, un sobreviviente que testificó ante el juez Torres, relató que uno de los imputados, el ex oficial Weber, le contó orgulloso: “Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”

Según declaraciones de detenidos que sobrevivieron, en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) su cuerpo fue exhibido posteriormente a los secuestrados.