31/12/18

Eda Nicola



Cada papa que pelé y corté, que herví para hacer puré, con leche manteca sal y trozos de queso para que quede cremoso, suave, sabroso, y con hilos de queso derretido como lianas espesas entre el tenedor y la boca. Cada papa. Cada una. Miles en tantos años. Las pelé, a cada una, con amor? Con suficiente amor? Había amor de mami en cada hilito de queso que se les escurría en la boca, hijitas, que se les escapaba entre la boca y el tenedor? Cuando comían sus purés primeros? Y los otros, los de crecer, los de comer rápido para llegar a tiempo a la escuela? Tenían todos la textura correcta, el correcto, atento y preciso amor? Cada puré que hice, cada papa, digo, le saqué a cada una los brotes, lo áspero, las partes blandas, podridas, hijitas, las cuide de todo mal lo suficiente, lo preciso? Pude rescatar de cada papa lastimada, comida por los bichos, maloliente, la parte buena? Pude verlo? Pude ver lo bueno, lo a salvo, en lo hundido, en lo yéndose, en lo blando y entregado? Hijitas, no me entregué, no me dejé fascinar ni encantar por la podredumbre, por el mundo deshaciéndose, transformándose? No quise ser nunca la que huye, la madre que las deja, hambrientas, en el mediodía áspero, las papas quemadas con toda el agua evaporada, el fondo negro de la olla, incomibles, la comida arruinada, hijitas, hijitas? Díganme ahora, hijitas. Digan, si está bueno el puré.

Los degustadores de la muerte son higiénicos, asépticos, cuidadosamente limpian sus uñas durante horas, y humedecen sus manos en desinfectante, luego las sacuden así, fuerte, maniáticos, frenéticos, en el aire esterilizado, donde ni un insecto, donde ni un germen. Huyen de los cadáveres, que arden de vida.


Los voraces empiezan a tejer sus redes temprano, oscuro aún el día no nacido, se guían por olores, por rumores, por el rastro de aceite en el agua. Le toman el pulso, se acercan imperceptibles a la cuna del día, con sus látigos y sus máscaras, con sus instrumentos de precisión miden el vientre espeso de la noche. Hace milenios lo hacen, extraen hasta el último juguito, hasta el último cascabel estropeado. Son voraces, nada, nadie, puede huir de sus garras. Considerate agraciado si podés negociar una tripita, una cascarita de nuez, rota.



Y la ves siempre, siempre, es una niña pequeña, tres o cuatro
años, no más. Te mira a través de las vendas sucias que cubren las cuencas vacías de sus ojos, sabés que se los arrancaron, sabés que antes lo veía todo, y que por eso está ciega, nadie puede ver tanto sin consecuencias. Así es.
Sabés todo de ella. Al mirarla ella entiende que le pedís que te hable, que te diga, no te responde pero intenta levantar apenas sus bracitos flacos y blancos y ves que tampoco tiene manos, envueltos en vendas que alguna vez han sido de color blanquecino y ahora son de un amarillo terroso, como el color del barro espeso de las lagunas del campo, te muestra sus muñones.
No estás segura de haberla visto moverse, tampoco puede
hablar, no le distinguís la boca, apenas una raya oscura, tal vez le arrancaron la lengua y le cosieron los labios, no lo sabés, pero nunca la viste hablar, aunque parece que quisiera. Pero eso no importa, ella sabe de vos, vos sabés de ella, y basta.
……………
La niña pequeña y lastimada que vive en vos, ahora duerme.
Bajo el rocío de la noche, duerme.
Ella vive siempre en la intemperie, no conseguís hacerla entrar en tu casa, nunca. Nunca entró. “De sólo pensarlo me asfixio”, parece decirte con su silencio obstinado.
Es una niña salvaje, parece tan vulnerable, así, con sus ojos
arrancados y esas vendas sucias que le cubren casi la mitad de su rostro, con sus bracitos flacos y sin manos, llenos de cortes ya cicatrizados, pero no lo es, débil, me decís, no es frágil, ya nada, nadie, podrá nunca volver a lastimarla.
En tu cabeza escuchás su voz, apenas, de tan leve, casi inaudible, de la casa dice que las paredes son tóxicas, y el techo, más aún. El aire enrarecido de adentro la enloquecería. Ella dice de vivir en una casa sin techo y sin paredes, “¿qué casa sería esa, mi niña?”
Pero ya no responde, es parca y silenciosa, parece aburrirse con las palabras, aunque no sabe o no puede pronunciarlas, vos podés oírlas en tu cabeza, si pensás en ella. Le dejás montoncitos de ropa abrigada en la tierra, donde a veces suele sentarse de noche, para ver las estrellas.
No podés acompañarla, aunque tanto quisieras, todavía. Tal vez un remoto día te atrevas a hacerlo. El río de la noche oscura te seca el aliento. Todo lo que sos, lo construiste con lo que ella te deja, pedacitos, basuritas que ella no usa, tal vez le da un poco de pena tu mirarla alucinada, por tu deseo de seguirla, de irte con ella, pero no podés moverte, atada como estás, con un peso de plomo, en tu casa caliente y tóxica.
……………
Pero un día te fuiste al fin, de tanto mirarla aprendiste de su
coraje, y ahora son una caravana de locos en la tarde tibia, la niña mutilada, que ve con su alma despedazada, ella es quien ilumina lo más oscuro, y la llevás siempre con vos, tan adentro, tanto, tantísimo, metida adentro de la piel, en las cuencas de los ojos, en las cavidades del cuerpo que late, entre tus dedos se mueve despacio, a su gusto. Ella respira con vos, y te dice cada palabra buena que te brota. Si algo bueno hay, es de ella. Todo de ella, de la niña ciega, muda y sin manos, ella. La pequeña criatura olvidada y recuperada. Y la perra, que no habla pero olfatea, es quien elige por dónde ir, y si es una ciénaga, arremangarse compañeros, a embarrarse hasta la nariz, la perra sabe cuál es, entre todos, el mejor camino, y todos la siguen aunque los haga nadar en las cloacas, o en las tumbas abiertas por los profanadores que buscan talismanes de fuego. Andan, donde sea, donde haya que ir. Es así. Los siguen, en hilera desprolija, inquieta, las criaturas que han nacido del cuerpo, sucias y embarradas, hurgándose la nariz, sacándose los piojos y devorándolos, mordiendo el pan duro y agrio que encuentran. Y arrastran con ustedes a las que ya se han muerto, aunque tuvieron que dejar los cuerpos enterrados, y enterrarse un poco con ellos, sí, no se puede irse así, sin más, de los muertos, algo les dejaron, un pedazo propio, no se sabe cuál, se queda con ellos, un pedazo de ellos, tampoco sabrán nunca qué, anda con ustedes, y no pueden quedarse, aunque tanto quisieran hacerlo, detener la caravana, hacer un pocito y ahí quedarse, pero no se puede, no, ellos mismos, los muertitos fríos, llega un día que dicen bueno, basta, ya está, váyanse, sigan, no tienen que quedarse, es hora de seguir, ya queremos
estar un poco solos. Y también andan los muchachos tristes que han querido seguirlos, y de los que los abandonaron, y ahora se arrepienten, los sigue su alma rota, una partecita, transformada en pájaros que los picotean cuando pueden. Saben quiénes son, también que son inofensivos, ahí andarán, oliendo, adivinando qué pasa, y cada tanto les regalan una pluma dorada, una gota del amor que ya nada espera en el aire helado. Y están también los que los siguen, los siguen, es una pequeña caravana, disimulada, aunque torpe, que sigue sus pasos errantes. Ellos creen que no
lo saben, que no se dan cuenta, pero ustedes saben todo, los
ojos ciegos de la niña rota todo lo ven, a través de tiempos y
espacios sin número, y saben que los siguen, que están alertas, que quieren saber qué alcanzarán a encontrar.
En “Detrás del aire”, Huesos de jibia, 2016


30/12/18

Aldo Parfeniuk


5

Un poeta es un ministro del silencio
nnecesario para curar todas las víctimas del absurdo
en que yacen agonizando de alegría artificial.
Jorge Teillier

“…quieren ir para arriba
cuando lo que la poesía quiere
es ir para abajo:
la poética del pozo, que sólo se oscurece
cuando llegó al agua clara
la del Yuspe
que va ahondándose
de caída en caída
quieren ocupar el centro:
olvidaron que la poesía tiene su lugar
en las orillas
casi en las afueras de todo
desde donde empujan las fuerzas de lo que fue
y será
porque si algo sabe la poesía es que no hay otro centro
que el ex
que el pro
centro
que su verdadero lugar –utopos-
sigue siendo
ningún lugar”

Un poema no debe hablar


Dedicatoria

Para los presidiarios que desde la ventana
ven alargarse su pena con la tarde
y piden una mirada de la calle
como quien te pide un vaso de agua

para los que a la entrada de la ciudad
cortan las rutas
porque ya les han cortado
todos los caminos

para los que siguen diciendo
“mejor digno en la Villa
que cómplice en la Aldea Global

para los chicos
que desde una montaña de basura
miran a lo lejos
sin comprender qué les decimos
cuando les decimos: “el Futuro
es de ustedes”

para los desaparecidos:
cada vez más presentes
que muchos
de los que pasan todo el tiempo
haciéndose ver

para el hombre
de sentimientos y  pasiones fuertes,
desalojado del pensamiento débil
y la memoria frágil
de la época

para los que se fueron
del libro de poemas
cansados de incumplidas promesas
y hoy recogen imágenes y aullidos
en las webb y en los recitales

para los que se niegan a alquilar
la pantalla de su memoria
a los nuevos productos que garantizan
cien años de cómoda felicidad

para los que a pesar de todo
sin twiter ni facebook
-y aunque sea en blanco y negro-
circulan por utopos

para los que siempre reciben el micrófono
apagado

para los que miran la fiesta desde lejos
y siguen cargándole cartón al carro

para los que siguen entregando el corazón
sin esperar el vuelto

para los que no creen
que cuando termine la función
volveremos a vernos

para los que no creen
( para los que nunca creyeron )
que hay función:

hasta la última palabra
de esta poesía

que quisiera
pero que no puede
               no hablar. 
(Un poema no debe hablar, Alción Editora 2014)

Aldo Parfeniuk nació en Villa Carlos Paz, Córdoba. Licenciado en Filosofía y Magister en Comunicación y Cultura Contemporánea Poeta, ensayista, crítico literario y docente-investigador universitario en la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba, en donde dicta, desde 1990, Antropología Cultural ( profesor titular -interino-) y Teoría y Práctica de la Investigación (profesor adjunto). Docente del Programa de Postitulación en Comunicación y Lenguaje y de la Maestría sobre Literaturas Comparadas.

A Aldo Parfeniuk lo conocí en una peña literaria, en 2017 en Icho Cruz, donde le manifesté mi admiración. Hombre sencillo, humilde, sólo sonrió cuando le dije que había robado un libro suyo, Caída Libre, en una biblioteca pública. Lo robé, porque para mí valía mucho, era un libro escrito a finales de los setentas y ya no habría ninguno en librerías, supuse.

 Libros publicados
                                                                                               
Poesía
Un poema no debe hablar. Alción, 2014
Poeta en Carlos Paz. QuoVadis, 2013
Por donde sube el cerro al cielo, selección y postfacio de Cristina Dalmagro, Babel, 2010.
Los días verdaderos, Vaca Narvaja, 1999 
Un cielo, unas montañas, Eros, 1996.
Amor y más Amor, Argos, 1992 -con Héctor Pedicino-
Provincia verde y espinosa, Argos, 1991
Lo perdido, Fundación Argentina para la poesía, 1985
Caída Libre, libre, Ladel, 1981
La QuircaSerranías, 1976 – Faja de Honor- SADE Cba.


Ensayos y estudios críticos
Manuel J. Castilla, desde la aldea americana.-(2da. Edición-  Alción, 2016)
Alberto Burnichon, el delito de editar- Babel, 2013.
Bicentenario, cultura popular y Nación- 1r Premio Bienal Federal CFI, Bs.As., 2012.
Libro de Homenaje a Alberto Burnichon, Ferreyra Editor-estudio crítico y 
Compilación- Córdoba, 2006.
Mundo Romilio, Ed. Alción, Córdoba 2005.
Cultura, Lengua y Sociedad , Ed. Comunicarte, Córdoba 2002.
Conversaciones,  Ed, Argos, Córdoba 1994.
Manuel J. Castilla, desde la aldea americana.- Ed. Alción, 1990.- 3r. Premio Nacional
              de Literatura- Gobierno de la Nación.
Filosofía del poema, Ed. Caligrama l982.- 1r. Premio Regional (Nacional) de
               Literatura- Gobierno de la Nación

Villa Carlos Paz y las sierras para el turista. Ed. Municipalidad de V.C.Paz, 1969.



Daniel Mariani


Presente
Durante la espera del mercado
una niña da vueltas
alrededor del pizarrón.
Extiende su mano
sobre lo escrito con tizas de colores
y la apoya con fuerza.
No intenta borrar
un idioma todavía desconocido
ni compartir la eternidad
en una cueva milenaria.
Sólo deja su marca
húmeda y provisoria
que dice
estuve, estoy
aquí.



Bicicleta publicado en la antología de Luna de Pájaros.
Después de quitar sus rueditas,
la sostuvo
cuidadosamente
desde el asiento.
Pedaleá, dijo.
Y corrió detrás de mí
hasta que me soltó de golpe
y anduve solo.
A veces caigo
cuando miro hacia atrás.
Ya no hay nadie.
Sobre la mesa del libro "Círculo abierto"
Todo fue mezclado.
La vida se parece a esta sopa
fría y oscura
en la que nada se distingue.

Mi cuchara de bronce
con los años
logró el filo de un cuchillo
para cortar la lengua.
O sacar el corazón
y ponerlo sobre la mesa.

Daniel Mariani

Nació en Córdoba en 1981. Publicó El ático (Colección Fénix, ed. El Copista, 2009) y Círculo abierto (Borde perdido, 2018). Fue premiado en el Concurso Estímulo a Jóvenes Creadores 2006/07, género Poesía, organizado por la Agencia Córdoba Cultura y en el Concurso Provincial Falla 2007.
Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías, diarios, revistas y páginas virtuales nacionales e internacionales. Participó en mesas de lectura, ferias del libro y encuentros de escritores. Fue columnista de literatura en el programa La barahúnda, radio UTN, ciclo 2008. Desde el año 2000 al 2017 integró el taller de escritura Gente de Palabra, coordinado por Susana Cabuchi.

27/12/18

Pecas Soriano

Un salto a lo indecible

                                               "y si tu alma se curase de sus males, se moriría" 
A. Porchia 
                                                                                    
El poeta es un ser común, con una bandera imprescindible: hace que su alma piense.  Y luego traduce y traduce con una tinta interminable.  Aunque....traducir el alma, no es tarea sencilla. 
Esta traducción desarmoniza al silencio y al habitual equilibrio de las palabras cotidianas.  El poeta hace renacer a la palabra, la recrea, la acaricia, la violenta, la trasciende. 
El lenguaje del poeta es un salto a lo indecible. 
La dificultad extrema de la poesía consiste en  transgredir el orden y la tranquilidad habitual de las palabras, en vencer su tremenda resistencia a ser recreadas. Sin embargo, esto en los grandes poetas se da en forma más natural. Con un natural sufrimiento.   
La dificultad del poeta consiste en parir en el momento justo antes de que se rompa la cáscara.  En azotar su corazón contra las piedras, rastreando las huellas de la palabra verdadera. 

....................................... 
la sangre se desborda 
por las rendijas del mundo. 

La imagen poética nutre del fluido vital a las palabras, y este proceso a pesar de ser traumático para quien lo ejecuta, a veces es vivido con la naturalidad de la respiración, o el misterioso encanto de mirar un vaso de agua. 

..................................................... 
Empezar a juntar la lluvia  
en la concavidad del hombre 
en sus desiertos interiores. 

En la agonía del alma, el agua. 

Dejar que la lluvia siga 
hasta inundarnos 
y llorar entonces  
la palabra justa. 

Según Octavio Paz, "El poeta encanta al lenguaje por medio del ritmo.  Una imagen suscita a otra.  Así, la función predominante del ritmo distingue al poema de todas las otras formas literarias.  El poema es un conjunto de frases, un orden verbal, fundado en el ritmo." 
El ritmo lo da la imagen, la musicalidad, la metáfora justa, no la métrica. 

Cuando agonice la palabra 
cavaremos en los ojos 
buscando el sonido de la mirada. 

Cuando se acabe el canto 
caminaremos de noche 
hasta intuir los grillos. 

Cuando el amor peligre 
nos andaremos rastreando 
hasta encontrarnos. 

Hay ciertos momentos en los que el poeta tiene el temor de refundar la palabra en el tiempo inadecuado. 
¿Cuál es el instante preciso? ¿Cómo proteger al verso del viaje prematuro? 

Hay que saber emigrar a tiempo. 
Abandonar la cáscara antes del crujido. 
Doblar el cuerpo con cuidado 
y dejarlo invernando. 
--Deben haber mejores sitios 
para que el alma habite.-- 
Mirar profundamente  
el rastro de las golondrinas. 
Acopiar todo el celeste posible. 
Recordar el vuelo 
no como un mero ejercicio de memoria 
sino como una brisa necesaria. 

Hay que saber emigrar a tiempo. 
Aunque siempre se vuelva. 

La vida es el viaje. 

Ese viaje permanente de un pájaro quieto, que vuela sin moverse. 

Habría que esconderse 
detrás de una gota de rocío 
a escuchar los grititos de la vida. 

El ruido de las hojas  
al caer del lomo de las hormigas. 

El sonido del barro 
cuando un hornero 
lo levanta en su pico. 

Hasta que con su imperceptible muerte 
la gota deje de ser 
y nos ponga al descubierto. 

La poesía es la mayor desnudez del hombre, la "intemperie sin fin" de la que nos hablaba Juan L. Ortiz.  Es, ese bucear inerme hacia lo desconocido, sin ataduras ficticias, sin la mochila de lo aparentemente real.  Es, la verdad Juarrociana cuando dice:" Hay una única forma de entrar en la poesía: estar adentro". 
La poesía mueve al hombre mas allá de sus límites absurdos, lo saca del cuadro, de la superficie estudiada, y lo deja flotando en el aire, para que remonte la vida, como si recién comenzara el viento. 
El lenguaje del poeta es un salto a lo indecible. 

Estos ojos que no lloran 
están sostenidos 
por una lágrima 
que no puede abandonarlos. 

Si mi piel se moja 
todos sabrán de mi tristeza. 

Pero si la lágrima 
cae para adentro 
ya nadie salvará mis ojos. 

Manuel del Cabral nos advertía en una de las más brillantes definiciones de poesía (según Paul Eluard, la mejor): 

“Agua tan pura que casi 
no se ve en el vaso de agua. 

Del otro lado está el mundo. 
De este lado, casi nada... 

Un agua tan pura, tan limpia 
que da trabajo mirarla.” 

Pero la tarea del poeta no es el resultado de un trabajo, ni su escritura es un oficio.  El poeta es.  Vive y respira a través de un hombre cotidiano, con sus miserias y alegrías, sin embargo la suya es una lucha constante de lobo estepario. 

Pero yo no sé muy bien quién es ese que nombro. 
Mis recuerdos aletean entre mis sienes buscando luz 
en una bruma de pájaros sin memoria. 
¿Será mi voz mi canto de aquel tiempo escondido 
cuando mi lengua danzaba entre voces inocentes? 
¿Quién es ese que habla con el sonido de mi sangre? 
Ya nada se oye, la niebla ha silenciado los espejos. 
Ya nada se distingue, el tiempo ha mezclado las barajas. 

Pero no busquen en mi ese que fui creciendo. 
Este cuerpo que me lleva, y que a veces va conmigo 
está poblado de agujeros por donde partieron los ángeles. 
¿Qué quieren de mí? 
Apenas puedo llevar el peso de mi sangre. 
Apenas puedo soportar a estos dos hombres 
que me han elegido como campo de batalla.

¿De quién será mi voz después de la ceniza? 

Quizás nos haga falta encontrarnos en una de las tantas Voces de Antonio Porchia cuando decía: "Cuando no ando en las nubes, ando como perdido." 
El poeta es el punto de inflexión desde donde se pueden captar las fuerzas necesarias para trascender lo real. 
El poeta es un salto a lo indecible. 

A veces el hombre 
es un pájaro 
que ha perdido 
la memoria de sus alas. 
        

Pecas Soriano: 


Carlos “Pecas” Soriano es médico especialista en Emergentología del Hospital de Urgencias de Córdoba y ex docente de la cátedra “Bioética” en la Universidad Nacional de Córdoba. Además de un gran poeta, es un médico que traduce su alma para “desarmonizar el silencio y el habitual equilibrio de las palabras cotidianas”. Radicado en Madrid en 2001, escribió “Llueve sobre el exilio”, reflejando la añoranza por su tierra. Vivió un año allí y regresó a Córdoba, nuevamente a los pasillos del Hospital de Urgencias, el lugar que eligió para vestirse de blanco y defender la salud como un poeta de este tiempo. Es médico desde hace 35 años y escribe poemas en el pizarrón de la sala de Terapia Intensiva para mitigar la soledad de los pacientes. En noviembre de 2017 presentó su último libro: La muerte silenciosa, donde narra la huelga de hambre más conocida de los últimos tiempos en que recibió apoyo generalizado de la población, que se acercó hasta su trailer instalado frente a la obra social de los empleados públicos cordobeses. Se organizaron festivales musicales en la puerta del APROSS al que asistieron músicos, políticos, escritores, poetas y gente de a pie. Dicha huelga la realizó en protesta por las falencias de la obra social APROSS no sólo para él, sino para todos los afiliados que se acercaban en masa mientras estuvo en huelga, para contarle sus penurias con la obra social que se descubrió ya no lo era como fue antes.


25/12/18

Irene Gruss

Mientras tanto
Yo estuve lavando ropa
mientras mucha gente
desapareció
no porque sí
se escondió
sufrió
hubo golpes
y
ahora no están
no porque sí
y mientras pasaban
sirenas y disparos, ruido seco
yo estuve lavando ropa,
acunando,
cantaba,
y la persiana a oscuras.
El jardín 
¿Estás cansada del viaje, Diana?
¿Dejaste las valijas y te asomaste a ver el sol
en tu jardín, fuiste allí
rápidamente, pausadamente?
¿Echaste una ojeada a las plantas
o mirás cada una, sabiéndola,
descubriéndola, cuidás
tu jardín, hablás, cantás con
la regadera en la mano?
¿Estás cansada de vuelta del viaje,
Diana? ¿Estás contenta?
¿Alguien te acarició, jugó otra vez
con tu melena de fénix,
te besó los párpados
como quien desea tocar
una mirada así de azul, de gris
según el tiempo? ¿Fuiste feliz,
Diana? ¿Intenso y duro, el viaje?
¿Acomodaste la cabeza en el asiento del avión?,
¿descansaste?
¿Estás repleta de memoria, de sentidos
por el viaje, Diana?
¿Comerías conmigo para contarme?
¿Pasaste hambre en la estadía,
Diana, pasaste hambre?
¿Te embriagaste? ¿En algún momento
llegaste a marearte por el viaje?
¿En algún momento, sentiste
esa nada en la boca
del estómago, ahí donde dicen que
está el alma? ¿Llenaste
con qué esa nada, con la gente,
con las cosas, tuviste
necesidad? ¿Observaste
la vida tranquila? ¿Así, como te veo
ahora, calma
y sabihonda? ¿Conociste
la muerte en el viaje,
Diana? ¿Te asustó, la asustaste?
¿Trajiste fotos, postales,
documentos?, ¿abrazaste a
muchos, te abrazaron?
¿Gozaste, tradujiste el amor
loca de deseo? ¿Hablaste demasiado, callaste
demasiado? ¿Por qué
estás diciéndome
que escribir es lo único
que tenemos? ¿Estás
cansada, es por eso, porque
estás cansada del viaje? ¿Querés
dormir, recostarte en un hombro,
querés reír, llorar un
poco? ¿Acaso el viaje mismo
no te consuela,
Diana? ¿No es como el tacto
de otra mano, no lo es, verdad?
¿Comerías conmigo para
contarme?
¿Ya floreció la rosa
en tu jardín? ¿Es tan bella?
¿Los pétalos reventaron
plenos de vida, la vida es
púrpura después de un viaje,
Diana,
es así?
 Hoy murió Irene Gruss, una gran poeta argentina. Participó en varias revistas literarias como El escarabajo de oro, El ornitorrinco o El juguete rabioso, entre otras. Sus poemas fueron traducidos a varios idiomas, coordinó talleres de poesía y recibió varios premios. Algunos de sus libros son La luz en la ventana, 1982; El mundo incompleto, 1987; Sobre el asma, 1995; En el brillo de uno en el vidrio de uno, 2000.


19/12/18

Alejo Carbonell



Boomerang tejerían


Me gusta ir a la bicicletería de Breppe

quedarme oliendo el taller
parado en el único rincón posible
y hablar con la tonada floja
sabiéndolo litoraleño
zumban
las gomas nuevas de los frenos
y zumban las cadenas engrasadas.
En esa foto en blanco y negro
breppe podría ser un jockey
un poco inclinado el esqueleto de metal
la mano izquierda canchera
en medio del manubrio.
"Y sino preguntale a los afiladores
que va a pasar el día que yo cierre"
un sikus made in china
como banda de sonido
de un delicado trágico tejido.
Tengo amigos que andan
en bicicleta por el mundo
y discuten la teoría de los dos demonios
con del barco
menuda tarea
la de pedalear subiendo hacia bolivia
y en el descenso, frenar ante el barranco.
Los atiende amorosamente breppe:
al que fabrica boomerangs
se los recibe a cuenta
los pone en la vidriera
y antes que la tierra cubra los motivos
de colores que decoran la madera
los compra una viuda de la sade
para ornamentar la quinta de su patio.
Nadie lo sabe
lo cuenta el jardinero
que no escribe
pero se junta a fumar con los poetas.

Alejo Carbonell nació en 1972 en Concepción del Uruguay, poeta, editor. Vive en Córdoba Capital, Argentina.