30/12/09

Henry Miller - Carlos Morales




Crazy cook

Un día, entrada ya la tarde, saltó de la cama como electrizado, devoró una copiosa comida (...) y empezó a escribir. (...) Las palabras se alzaban en su interior como lápidas sepulcrales (...) los ojos de sus palabras eran guitarras y llevaban enhebrados cordones negros, y él ponía sombreros extravagantes a sus palabras (...) Hizo sentar a las palabras y las ató a la silla con sus cordones negros y luego cayó sobre ellas y las fustigó hasta que la sangre corrió negra y se rasgaron los velos de los ojos.

Qué se puede decir más de lo que se dice así. Y esto lo escribió antes de irse a París, antes de "Trópico de Cáncer"
Algunos piensan que hay que quitarle el exceso de poesía a la narración, eso depende de los gustos, de lo que se espera de un libro, o de lo que no se espera.

Porque me embargaba un gran amor capaz de hacerme
romper en llanto,
y una pena que irritaba mis ojos como una ortiga,
temía ponerme a sollozar de repente
en el transporte público con Marley sonando,
y un niño mirando sobre los hombros
del conductor y los míos hacia las luces que se aproximaban,
hacia el paso veloz de la carretera en la oscuridad del campo,
las luces en las casas de las pequeñas colinas,
y la espesura de estrellas; les había abandonado,
les había dejado en la tierra, les dejé para que cantaran
las canciones de Marley sobre una tristeza real como el olor
de la lluvia sobre el suelo seco, o el olor de la arena mojada,
y el autobús resultaba acogedor gracias a su amabilidad,
su cortesía, y sus educadas despedidas

a la luz de los faros. En el fragor,
en la música rítmica y plañidera, el exigente aroma
que procedía de sus cuerpos. Yo quería que el autobús
siquiera su camino para siempre, que nadie se bajara
y dijera buenas noches a la luz de los faros
y tomara el tortuoso camino hacia la puerta iluminada,
guiado por las luciérnagas; quería que la belleza de ella
penetrara en la calidez de la acogedora madera,
ante el aliviado repiquetear de platos esmaltados
en la cocina, y el árbol en el patio,
pero llegué a mi parada. Delante del Hotel Halcyon.
El vestíbulo estaría lleno de transeúntes como yo.
Luego pasearía con las olas playa arriba.
Me bajé del autobús sin decir buenas noches.
Ese buenas noches estaría lleno de amor inexpresable.
Siguieron adelante en su autobús, me dejaron en la tierra.
Entonces, un poco más allá, el vehículo se detuvo. Un hombre
gritó mi nombre desde la ventanilla.
Caminé hasta él. Me tendió algo.
Se me había caído del bolsillo una cajetilla de cigarrillos.
Me la devolvió. Me di la vuelta para ocultar mis lágrimas.
No deseaban nada, nada había que yo pudiera darles 
salvo esta cosa que he llamado «La Luz del Mundo».

Carlos Morales

25/12/09

Wislawa Szymborska


Prefiero el cine.

Prefiero los gatos.

Prefiero los robles a orillas del Warta.

Prefiero Dickens a Dostoievski.

Prefiero que me guste la gente

a amar a la humanidad.

Prefiero tener a la mano hilo y aguja.

Prefiero no afirmar

que la razón es la culpable de todo.

Prefiero las excepciones.

Prefiero salir antes.

Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.

Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.

Prefiero lo ridículo de escribir poemas

a lo ridículo de no escribirlos.

Prefiero en el amor los aniversarios no exactos

que se celebran todos los días.

Prefiero a los moralistas

que no me prometen nada.

Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.

Prefiero la tierra vestida de civil.

Prefiero los países conquistados a los conquistadores.

Prefiero tener reservas.

Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.

Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico.

Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.

Prefiero los perros con la cola sin cortar.

Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.

Prefiero los cajones.

Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado

a muchas otras tampoco mencionadas.

Prefiero el cero solo

al que hace cola en una cifra.

Prefiero el tiempo insectil al estelar.

Prefiero tocar madera.

Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.

Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad

de que el ser tiene su razón.


De "Gente en el puente" 1986


Versión de Gerardo Beltrán

19/12/09

PREMIACIÓN DEL Iº CERTAMEN DE CUENTOS CORTOS “DEL CORDOBAZO”

Señorita
LAURA DEL CARMEN MORENO
CÓRDOBA
¡Congratulaciones!
Nos es muy grato comunicarte que tu trabajo “EL VIAJE” ha sido seleccionado por el Jurado como uno de los diez mejores cuentos de los recibidos para nuestro concurso “Del Cordobazo”.
Reproducimos más abajo el Acta del Jurado, y próximamente te avisaremos de la fecha en la que nos reuniremos para celebrar la culminación del evento y concretar la entrega de premios.
Con nuestras afectuosas felicitaciones


CASA DE LOS TRABAJADORES

CÓRDOBA - ARGENTINA ACTA DE PREMIACIÓN DEL Iº CERTAMEN DE CUENTOS CORTOS “DEL CORDOBAZO
En Córdoba, a los cinco días del mes de Octubre de 2009, se reúnen los Profesores MARIA TERESA ANDRUETTO, FRANCISCO IGHINA Y GUSTAVO BUSTILLO, miembros del Jurado designado para la selección de los diez Cuentos Cortos* a ser consagrados ganadores del Certamen de referencia organizado por Casa de los Trabajadores de Córdoba, que luego de leer y evaluar los 47 (cuarenta y siete) trabajos recibidos, y una vez acordados los criterios a seguir para la valoración de los mismos, han acordado distinguir los siguientes relatos:
*) De acuerdo a lo preceptuado por las Bases del Concurso, el Jurado ha seleccionado los diez mejores cuentos que se detallan más abajo, sin orden de mérito y por orden alfabético del apellido de sus autores.

TÍTULO PSEUDÓNIMO NOMBRE DEL AUTOR RADICADO EN
Con tus versos levantaré piedras – Caupolicán - Carrasco, Jorge Río Negro
Simplemente necesario - L.R.C. - Cuesta, Leandro Córdoba
Al llegar la sombra Grimaldo Ezcurra Echeverría, Gregorio Buenos Aires
Cabeza de serpiente - De Leonardo - Gonzalez, Rogelio S. San Juan
La mosca negra El gitano Melquíades Lorenzo, Lía Inés Buenos Aires
Buñuelos de manzana Camila Wee Montes de Oca, Fernando Córdoba
El viaje Nudodepoetas Moreno, Laura del Carmen Córdoba
Según ella Juan P. Pairone, Juan Manuel Córdoba
El rosario de Luisa Afesh Rustán, José Antonio Córdoba
El pizarrón y la calle Salvador Guevara Taborda Varela, Juan C. Mendiolaza


El viaje (mi cuento, primera parte)

Subo al mismo colectivo cada mañana cuando el sol no ha salido aún pero puede advertirse una bruma azul hacia el centro de la ciudad, ahora que el calor se demora en el asfalto y anonada cada tarde con su calor inusual.
Me pesa mucho el portafolios, como siempre. Voy cargado con los libros, la carpeta y la mejor hondera que he tenido en años, logrando salvarla de varias requisas escolares. También llevo algo que no pesa nada, un recorte del diario que detalla la muerte de Kennedy dos días atrás.
Mientras saludo a José, un enfermero del Clínicas que llega corriendo y abrochándose el sobretodo, recibo el boleto y camino maquinalmente por el pasillo en dirección al asiento vacío en la doble hilera de la derecha, el mismo que elijo siempre que puedo. Es que a esa hora de la mañana tengo la suerte de encontrarme con el ómnibus prácticamente vacío.
Observo el número del boleto y advierto que, si hubiera subido después de José, seguro me tocaba el capicúa. Porque siento curiosidad, esta vez viajo atento a la persona que se subirá la próxima vez que nos detengamos. Entonces, me sentaré detrás suyo y le susurraré un -¿No me cambiaría el boleto? Es que los colecciono, ¿sabe?
Me molesta el guardapolvo, me siento atrapado.
Contrario a mi pronóstico, el colectivo acelera luego de la primera cuadra. Pasa la Avenida Santa Ana y sigue sin detenerse… ¿Se imaginará alguien no lejos de aquí, que le tocará un boleto mágico? alguien como yo, que sentirá un poco de angustia al aparecer el ómnibus a lo lejos por saberse irremediablemente más cerca de su trabajo o de la escuela. Sin embargo, ese boleto capicúa puede cambiarle el día, puede alegrarlo y transformar su viaje en un pequeño triunfo del destino. Ojalá sea una de esas personas que suben indiferentes, que miran por la ventanilla hacia afuera como anestesiados, vidas llanas donde un día es igual al otro. Deseo que sea alguien a quien le de lo mismo la proposición que tengo que hacerle. Me molestan los zapatos, me están quedando chicos y mi viejo les pegó la suela tres veces porque cuando camino, pateo toda piedrita que se me cruza.
El colectivo se detiene, pero no alcanzo a ver todavía quien subirá. Un segundo más y sabré qué me depara el destino, un segundo de diferencia para saber si me tocará la suerte o debo seguir esperándola. Y entonces sube ella.

(sigue)
.
.
.

13/12/09

George Barker


Epitaph for Many Young Men(In Memoriam P. F. J., 1951)

In that ordinary year of anxiety and rain,

Some distinguished anniversaries and many crimes,

A young and quiet man died by a fireplace.–

Such things happen everywhere at times.

And yet the fish in a small river near Reading

Will sometimes look up and wonder

Why his dark sad face no longer leans over them

And smiles as the float bobs under.

And the promoters of a famous football pool

Receiving no answer to any

Of their constant solicitations, will they guess

Death has taken that penny?

For now the aggrandising and first dignity

Has turned to stone

That quiet and dark young man, and he lies for ever

In a grave that will never be known.

GEORGE BARKER (1953)




28/11/09

DIVA



Estos pares de ojos que acuden en multitud a adorar tu ausencia
se quedan fijos, extáticos, con el alma en girones,
descartando palabras, afinando el lápiz interior que te dibuja
en la retina, convertida ya en una impronta de otros tiempos.


.
.
.

15/9/09

Gato, pájaro negro, ella, noche.

.
.
.


Las noches son cortas.

Pésimas para adivinanzas,
ideales para letargos
y especiales para quedarse con uno mismo.


.
.
.

22/4/09

Acto III


- Estáte quieta por un momento - suplicó jadeante

y se quedó así, inmortalizado en su afán y su misterio.

Acto II


Sin embargo, aquí están - dijiste -
su silencio es tan grande que parecen muertos
y ya no distinguen una noche de otra.
Y te aferraste como siempre
pequeño barco destinado a naufragar.

Acto I


Yacía plácidamente en tu abrazo
cuando descubrí que detestaba la contemplación, el quietismo y la ausencia de observadores

9/3/09

Hamlet Lima Quintana



Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer
Voy quedándome solo al final,
muerto de sed, harto de andar,
Pero sigo creciendo en el sol
vivo

Era el tiempo viejo la flor
la madera frutal,
Luego el hacha se puso a golpear,
verse caer, solo rodar,
Pero el árbol reverdecerá
nuevo

Al quemarse en el cielo
la luz del día, me voy,
Con el cuero asombrado me iré,
ronco al gritar que volveré
Repartido en el aire a cantar,
siempre

Mi razón no pide piedad,
se dispone a partir
No me asusta la muerte ritual,
sólo dormir, verme borrar,
Una historia me recordará
vivo

Veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar
No me puede el olvido vencer,
hoy como ayer, siempre llegar,
En el hijo se puede volver
nuevo

Al quemarse en el cielo la luz del día,
me voy
Con el cuero asombrado me iré,
ronco al gritar que volveré
Repartido en el aire a cantar,
siempre



10/2/09

El juicio - segunda parte -


El acusado frunce el ceño al principio, confundido por la mota de algodón. Luego, sonríe alejada ya su atención de lo que el último testigo dice, ese testigo que comprendiendo su obligación ciudadana y sintiéndose importante, aquel día se levantó temprano, se acicaló y se presentó a declarar. Se cree seguro de lo que vio, lo ha contado innumerables veces a sus amigos, parientes y luego, al abogado de la acusación, mas, en aquel momento en que el reo sonríe al ver la pelusa, deja de hablar, perplejo. Y se pregunta: - ¿cómo puede sonreír en un momento como éste? ¿Es que no se da cuenta de la situación en que se encuentra? – permanece en silencio mientras una leve mueca de sorpresa se instala en su cara.

El fiscal ha notado un quiebre en ese momento, un punto de inflexión al que le teme porque, por segunda vez en veinte años, un presentimiento, una voz interior le dice que algo va mal. Terriblemente mal.

El acusado ha dejado de sonreír, pero ahora su mirada refleja una total calma interior y eso afecta al testigo, al jurado y al juez.
.
.
.

29/1/09

MIGUEL ANGEL BUSTOS




Vientre profeta sin tiempo


Yo no soy de ningún siglo.

Vivo ausente del tiempo. Soy mi siglo como soy mi sexo y mi delirio.

Soy el siglo liberado de toda fecha y penumbra.

Pero cuando muera, el profeta que hay en mí se alzará como un niño sin moral y sin patria. Un niño loco con lengua de alaridos. Entonces amanecerá en el millón de Galaxias.Madres del futuro; cuidado; cuando muera puedo volver.

Entonces, ay, vientre que me aguardas, dulcísima catedral de tinieblas.



Luna de Herodes


Si en la noche inmóviles policías sujetan perros de boca en piedra, yo tiemblo. Quiero alejarme no puedo, como en sueños.

Entonces alzo la mano a mi pecho el traspasado. No sea que a lo lejos entre selvas de hueso y aliento salga el aullido de aquel que devora mis entrañas. Y aullando prolongue en los perros guardianes un odio en silencio y dientes, que por milenios me persigue.


De Visión de los hijos del mal, 1967


.

.

.


Miguel Ángel Bustos



Nació en Buenos Aires, el 31 de agosto de 1932. Entre 1952 y 1956 desarrolla su pasión por los idiomas (inglés, francés, portugués, italiano) y estudia hasta tercer año en la Facultad de Filosofía y Letras.
Entre 1960 y 1963 viaja por el norte del país, Brasil, Bolivia y Perú. Cuando regresa a Buenos Aires en 1964 se casa repentinamente y sufre una internación de casi un año en el neuro-psiquiátrico Borda donde conoce a Jacobo Fijman.
Entre 1966 y 1967 el dibujo comenzó a ocupar un espacio tan absoluto como el de su poesía; cuatro de sus libros están ilustrados por él. En 1968 obtuvo el Segundo Premio Nacional de Poesía por Visión de los hijos del mal. Era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Colaboró como crítico literario y fue un asiduo colaborador del equipo periodístico que editaba el quincenario político “Nuevo Hombre” que, luego de Silvio Frondizi, dirigía Rodolfo Mattarollo.
Desaparecido por la dictadura militar el 30 de mayo de 1976.


Obras de Miguel Ángel Bustos


(1957) Cuatro Murales.

(1959)Corazón de Piel Afuera (prólogo de Juan Gelman).

(1965) Fragmentos Fantásticos.

(1967) Visión de los Hijos del Mal (prólogo de Leopoldo Marechal).

(1970) El Himalaya o la Moral de los Pájaros.


.

.

.

La dictadura primero y los treinta años que le siguieron, hicieron que M.A. Bustos pasara casi desapercibido para el mundo literario, pero, la antología Libros de Tierra Firme, y ahora la edición de su obra completa en el Argonauta, hace posible que sigamos disfrutándolo.
Te vuela la cabeza. Por favor, leelo.
.
.
.

7/1/09

Nicanor Parra a la una...


Nicanor Parra a las dos...


Nicanor Parra a las tres!!!




Cartas a una desconocida
Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!
Soliloquio del Individuo
Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la oscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no
: la vida no tiene sentido.


La metamorfosis de Tiresias o ¡Gracias por las tetas! dijo Tiresias



Los dioses castigaron a Tiresias otorgándole cuerpo de mujer... (machistas)


por castigar a las serpientes que se apareaban.




Según otra versión, Tiresias mujer fue una prostituta de gran renombre. El octavo año, de su conversión, Tiresias-mujer vuelve a ver de nuevo a las mismas serpientes aparearse.


Cómo reacciona? aceptando y dejando vivir. Por lo tanto, Hera le levantó el castigo y le devolvió su masculinidad.


Ovidio es el narrador. Un hombre de otras épocas, claro.


(Las Metamorfosis, III, 316-338).



En una discusión en el Olimpo, Zeus pretendía que en el acto sexual la mujer sentía más placer que el hombre y su esposa Hera pretendía lo contrario.



Los dioses decidieron pedir el consejo de Tiresias, que tenia la experiencia de ambos sexos. Tiresias se pone de parte de Zeus, y declara: "De diez partes un hombre solamente goza de una".


Hera inmediatamente lo volvió ciego por su impiedad. (dudo que Hera se halla ofendido, ustedes que piensan? )


"... no es conveniente para un sujeto ser tan ligero..." y condena los ojos de su juzgado a las tinieblas eternas» (Las Metamofosis, III, 316-338).


Zeus no podía ir en contra de la decisión de Hera, pero, para compensar su ceguera, le ofrece el don de la adivinación y una larga vida de siete generaciones humanas.




Como mujer. Para que la goce realmente.


.