24/3/14

24 de marzo: Burnichon muere y nace para siempre

Poema que Manuel J. Castilla escribió tras el asesinato de Alberto Burnichon, editor
Vengan, arrimensé, vean lo que han hecho.
Antes que se lo lleven mirenló de perfil en este charco.
Ya le va ahogando el agua poco a poco el cabello
y la alta frente noble.
Los pastos pequeños afloran entre el agua sangrienta
y le tocan el rostro levemente.
Su corazón sin nadie está aguachento con una bala adentro.
¿Miraron ya?
¿Era de mañana, de tarde, de noche que ustedes lo mataron?
¿Se acuerdan cuándo era?
(Los alquilones sólo miran la hora del dinero.)
No, no se vayan, oigan esto:
El hombre que ustedes han matado amaba la poesía.
Cuando ustedes aún no habían nacido
los pies de ese señor iban por todos los pueblos de Argentina
dejando en cada uno la voz de los poetas.
Esos versos llevaban
sus ganas de justicia y de mostrar belleza.
Ustedes han cobrado dinero por matarlo
y él jamás cobró nada porque ustedes aprendieran a leer.
Fíjense:
hacía libros de poemas que regalaba a los obreros.
Tenía como ustedes, hijos, mujer y un techo
que también le han derrumbado
y libros de aprender a ser gente.
Todo eso han destruido, ¿se dan cuenta?
¿Y ahora?
Ustedes, pobres matadores,
perdonados por él, ya reposados
piensan conmigo: ¿Qué haremos con el muerto?
Yo lo recobro ahora, húmedo en yuyarales.
Mi mano le despeina como a un nido dormido.
Miro su portafolios abierto en donde caben todas las sorpresas del mundo,
fotos de sus amigos pintores y escultores
saliendo entre las pruebas de algún libro de versos.
Lo miro apareciendo en cualquier parte en cuanto lo han nombrado.
Se iba quedando siempre que se iba.
Por eso estaba con nosotros, ausente.
Nos quería en silencio.
A Wernicke, a Galán, a Lino Spilimbergo y a Alonso.
Luis Víctor Outes, Bustos,
le arrodillaban el corazón
cuando Rolando Valladares triste, andaba en las vidalas.
Se echaba en la amistad como un vino en las copas
y había que beberlo
hasta la última luz del alba y la alegría.
Va cielo arriba, en Córdoba, solito.
Nosotros, aquí en Salta, lo pensamos.
Y ahora, matadores alquilados:
¿qué hacemos con el muerto?
MANUEL J. CASTILLA
Salta, 16 de abril de 1976

Telam: Burnichon (1918-1976) fue detenido el mismo día del golpe y asesinado en forma brutal, ¿a qué adjudica usted ese ensañamiento?
Parfeniuk: A que necesitaban dar un aviso elocuente de lo que se venía. No hay duda de que sus captores lo consideraban muy peligroso, sabiendo que su "red" operativa eran las librerías, galerías de arte y casas de escritores, plásticos y músicos de casi todas las provincias. Eligieron bien a la hora de dar un mensaje a quienes tenían que irse del país.

T: Al momento de allanar su casa, se lo llevan junto a su esposa, la educadora María Saleme, y varios hijos, uno de los cuales habría estado detenido en un campo clandestino de Córdoba… 
P: Fue detenido e interrogado junto a su hijo David de 17 años, en La Ribera y La Perla durante alrededor de 24 horas, luego los separaron. Al hijo lo abandonaron camino a Alta Gracia y a Burnichon lo ejecutaron con 7 disparos en la garganta.

Por su hija Soledad, que está siguiendo el tema en la Justicia, se sabe que los secuestradores fueron soldados del Tercer Cuerpo de uniforme, y que la causa "Burnichon -secuestro, asesinato y atentado con explosivos-" fue presentada ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por fuera de la causa de La Perla, como es el caso de varios que aún están en proceso de presentación.

T: ¿Cree que el caso "Burnichon" ha estado sumido en cierto olvido, sin la atención y la difusión suficiente? 
P: Por supuesto. En el libro hay información y reflexiones de diferentes escritores, plásticos y editores que dan cuenta de lo injusto de ese olvido, especialmente en momentos en que a nivel de país estamos tratando de hacer justicia.

T: Gente que lo conoció, enfatiza su condición de humanista y de caminante, ¿qué palabras utilizaría usted para dar el perfil de un hombre entregado a la cultura y a lo fraterno?
P: En un poema, y al pensar en por qué lo mataron lo retrato como "un tipo peligroso: de libros llevar". Y coincido con su mujer, María Saleme: quien lo definió como "un buceador" de la vida y la cultura; "alguien que se daba siempre, sin esperar  el vuelto".

Era un hombre ético. En un poema escrito a modo de homenaje, su amigo, el poeta Manuel J. Castilla, lo recuerda como el hombre que iba por todos los pueblos de Argentina dejando la voz de los poetas; versos que llevaban sus "ganas de hacer justicia y de mostrar belleza".

T: Usted también habla de él como "editor-chasqui y golondrina", ¿fue importante su labor por difundir a los autores del "interior?
P: Como vendedor itinerante de libros comerciales, enciclopedias, etcétera, Burnichon recorría todas las provincias. Con las ganancias publicaba en distintas provincias pequeños libros o plaquetas con textos y dibujos de artistas que, siendo del lugar -según su gusto infalible y anticipador- merecían trascender. Priorizaba a quienes nunca habían publicado.

Su tarea es clave para entender cómo funcionaba una parte importante de nuestra cultura y de nuestro sistema literario nacional, que en la época en que él actuaba era muy diferente a hoy. Fuera de Buenos Aires y algo en Rosario y Córdoba, en el resto del país no había industria editorial.

Entre los muchos  nombres editados por el sello "Burnichon" a partir de 1957 figuran los escritores Daniel Moyano, Juan José Hernández, Luis Luchi, Manuel J. Castilla, Juan Gelman, Enrique Wernique, Jacobo Regen, Armando Tejada Gómez; y  los pintores y dibujantes: Crist, Carlos Alonso, Roberto Fontanarrosa, Hermenegildo Sabat y Scafatti.

T: Su trabajo editorial arrancó en 1957 con "Exhortaciones", un  libro de Ezequiel Martinez Estrada…
P: Sí, y libros de Manuel J. Castilla y de Juan J. Hernández. Lo de Martínez Estrada no es casual, Burnichon era su amigo y lo admiraba. Si uno recuerda lo que dice Martínez Estrada en "Exhortaciones" ve que ahí está en gran medida el ideario de Burnichon: sobre todo con respecto a qué es enseñar y aprender, qué es justicia, qué significa ética.

La noche del 22 de marzo de 1976, Alberto llegó a nuestra casa, como muchas noches, como muchos días. Mi padre lo invita a pasar, Alberto solo comenta “Luis, me vine a despedir, me han amenazado” mi padre, le pide que se vaya del país, que por la mañana se organizan y lo sacan del país; Alberto pone de manifiesto que no se va, que se queda. Saluda a mi madre, me saluda a mi y a mi hermano, saluda a mi padre y se va.


  Burnichón.

Me hace mierda esta fecha


No hay comentarios:

Publicar un comentario

[a]Vertientes de pensamiento[/a]