19/11/18

Bruno Di Benedetto

¿Y cuándo fue que me caí por la raja del mundo y empecé a ser fantasma?
Ser fantasma es perder los cinco sentidos del cuerpo y uno más.
Queda la memoria.
Ah, recuerdo, recuerdo.
Recuerdo a los pájaros:
Churrinches
cabecitas negras
gorriones
benteveos
ratoneras
cardenales
teros
canarios en su jaula
un canto nocturno
esas plumas
una calandria
un mirlo aleccionado por tía política
que graznaba viva perón
sus plumas negras
sus plumas negras
la memoria de los fantasmas es así
recuerdo a los hijos
la belleza de verlos salir de la concha de su madre
la extrañeza frente al color violeta del cordón umbilical
el olor de sus cabecitas blandas
la caca en cada pañal
ah, los hijos, los hijos
siguen oliendo aunque ya no tenga olfato
siguen queriendo
ah los hijos, su plumón
recuerdo las aves
recuerdo las gallinas a las que mi madre les retorcía
el cuello
los jueves
al volver de la feria municipal
las gallinas llegaban vivas a la casa
mi madre les retorcía el cuello
y las desplumaba
y las hervía
y después comíamos mirando los noticieros
nunca había noticias de las gallinas asesinadas por mi madre
y masticadas con fruición por mi padre mi madre mi hermana
y yo
y yo
ah, las aves, las aves
su plumón
una vez ayudé a una biólogas a anillar pingüinitos
nos metíamos en la cueva
y mientras las biólogas acogotaban con un fierro engomado
a mamá pingüina
a papá pingüino
yo sacaba a los pollos y los anillaba
una hermosura esos pollos
con su plumón
uno me cagó la mano
y lo sentí como regalo
caquita tibia
como de hijo
recuerdo a los hijos a los pollos a las gallinas a los noticieros a mi madre a la feria de los jueves la memoria de los fantasmas es así
ah recuerdo, recuerdo
recuerdo el olor del hierro y el del acero
son dos olores distintos
son distintos los óxidos
son distintas las chispas que chillan frente a la piedra de amolar
recuerdo la fábrica
recuerdo el acero al cromo-níquel
recuerdo a cada capataz
recuerdo cada crueldad de esos capataces
peores que el patrón
ah, recuerdo, recuerdo
recuerdo los colectivos en los que viajábamos peor que las vacas que soñábamos comer en el asado del fin de semana
las vacas van a la muerte
nosotros a la fábrica
quién se come a quién
recuerdo a una negra que viajaba con un jazmín fresco cada mañana en ese colectivo que apestaba a bolas y a sudor recuerdo a la negra, su vestido blanco, su jazmín, su plumón
Ah, recuerdo, recuerdo a mis hijos, a los pollos, al acero, al cromo níquel, a la chispa que acogotábamos en familia, a las biólogas, a los teros, al mirlo y su lengua mecánica, a los jazmines, a la negra hermosa y fragante a las vacas que van al matadero sin saberlo: la memoria de los fantasmas es así
ah recuerdo, recuerdo
las lecciones de música
las corcheas y las semifusas
el horror del pentagrama con sus cinco líneas que alguna vez se cruzarán en el infinito
la clave de fa
la clave de sol
la primera vez que estuve desnudo frente a una mujer temblando como pajarito sin su plumón
ah, las mujeres, las mujeres
ese dulce caldo de violetas y de congrio
bajándoles por las axilas, por el cuello, por la espalda
sus corazones servidos en salsa agridulce
esas entrepiernas eléctricas
el horno solar de sus conchas
las recuerdo, las recuerdo
las honro y a veces las extraño, la memoria de los fantasmas es así, ah, su plumón, su piel de pantano, su sudor, todo lo que chorrea y nos bendice
extraño el plomo fundido, la untura de estearina
el olor del trapo con grasa de pella
la barra de estaño
el ácido muriático
la punta de cobre al rojo vivo
todo era metal hirviente
todo volaba como pájaro y temblaba en su plumón
ah, recuerdo, recuerdo el ácido, la punta roja, los hornos solares, los metales líquidos, el ardor de la frente inclinada sobre unos libros que tardé demasiado en entender
los libros, ah, los libros, los recuerdo, con su pasta de papel y tinta, ese olor de bebé, de caca de bebé, de estearina y de ácido muriático, todo negro sobre blanco, cada marquita un alma en pena, recuerdo cada libro, los honro, los entierro en mis estantes y cada tanto les paso la mano por el lomo y su plumón, todos los libros son hijos de alguien, pero acá están, callados, callados
ah, el silencio de los libros, de las gallinas hervidas, del ácido muriático, de la madre y del padre, del sudor, del cromo níquel, de las mujeres, de los jazmines, de las calandrias, de las biólogas, del horno solar, de los hijos, de las corcheas y de los libros: la memoria de los fantasmas es así.


Bruno Di Benedetto  nació en Villa Domínico, Avellaneda,  Buenos Aires, Argentina, en  1955. Desde 1979 reside en Puerto Madryn. Ha coordinado talleres de escritura y creatividad para escritores y docentes en diversas ciudades del país.

Como promotor de la lectura, realizó programas radiales y televisivos y publicó artículos en diversos medios gráficos.
Desde 2005 es capacitador del Plan de Lectura de la Provincia del Chubut.
Coordinó las ediciones de "Palabras que trae el viento" 1 y 2, selección de autores chubutenses, para el Plan Provincial de Lectura y la Campaña Nacional de Lectura.
Fue organizador de los encuentros "Los maestros de la Rosa Blindada" (2001); "Los maestros del Escarabajo de Oro" (2002); y XXIII, XXV y XXVI Encuentro de Escritores Patagónicos.
Sus textos integran antologías publicadas en Argentina, Colombia, España e Inglaterra.
Ha publicado “Vengan juntos” (relatos) y los poemarios “Palabra irregular” (Premio Convocatoria Escritores Inéditos, Chubut, 1987), “Complicidad de los náufragos”“Dormir es un oficio inseguro” (premio Fondo Editorial Chubut, 2003),, "Country" (Ed. El surí porfiado, 2009)
"Crónicas de muertes dudosas" (Premio de Poesía Casa de las Américas 2010 publicado en Cuba y en Buenos Aires, 2011, Ediciones en Danza), "Nada", (Editorial Ruinas Circulares, 2014, Buenos Aires), "
Crítica de la espera" (Ediciones de la Eterna, Tucumán, 2015) y "Cámara de niebla" (DelValleBajo Ediciones, Viedma, 2015).

Fuente: BLOG del autor y facebook. Benditas redes virtuales...


No hay comentarios:

Publicar un comentario

[a]Vertientes de pensamiento[/a]