26/11/18

Pablo del Corro





PALABRAS SUELTAS
Antes
podía traducir canciones del inglés sin prestar mucha atención
memorizaba de una sola pasada
cualquier cosa que hubiera dentro de un libro
y conversábamos
con mi vieja
al volver del colegio
mitad en castellano, mitad en francés
Ella corregía mi fonética
yo exageraba el cordobés adquirido al escuchar
tanto tipo sabio que almorzaba
en las veredas de las fábricas de zapatos
cuando hablaban de Evita
y de Perón
y de sus aguinaldos
Ahora sólo recuerdo palabras sueltas
Nadie habla de Perón en la calle
pero
si entrás por el living
a una casa cualquiera
en alguno de esos barrios
de la foto de Evita cuelga
un pañuelo blanco y en otras
verde
Así entendí
que los pueblos cultos
preservan trascendencias
y dejan al olvido
la mediocridad
Creo que en todos estos años arriba de un andamio
al fin
me embrutecí
Pero aprendí otras cosas allá arriba
y cada vez que bajo
recuerdo y escribo
palabras sueltas que leí en tiempos de milicos:
Luche
y se van.







Pasó la angustia con un mensajito tuyo. Y pasaron las cuatro gotas locas que cayeron cuando comencé a lijar. En tanto que el poema de la cosa atragantada quedaba en apenas intención, al igual que la lluvia que no fue, yo continué arrodillado, lijando. Lijando pausadamente, con un brazo a izquierda, con el otro a derecha, en alternancia saludable. Lijando, dije. Y lijando se repetía como el tac-tac-tac de cada gota estéril. Lijando debería estar en el poema de la cosa atragantada, pero dicen los que saben que no podés dejarle gerundios al poema. ¡Gerundios no!, te dicen. ¡Repeticiones tampoco! Y yo sigo lijando, porque no me queda otra. Y esa acción no cambia, es decir, no va a cambiar por más que caigan cuatro gotas locas; y díganme si acaso la segunda gota no fue igual a la primera y la tercera también y cómo saco esa repetición del poema de la cosa atragantada. ¿Me obedecerán las segundas y terceras gotas, y volverán al cielo para evitar la repetición?
Está bien, señores que tanto saben, puedo hacer de cuenta que esas cuatro gotas locas no cayeron cuando comencé a lijar y puedo negar también que tu ausencia originó la boya en la tráquea; pero seguramente les va a molestar que, sin cambiar de nexo, aparezcan ustedes, vos y ellos, los sabihondos, en una misma voz; entonces, mientras continúo lijando, me surge una ambigüedad mayor: ¿Sabrá alguno de ustedes qué lija conviene usar? ¿Sabrán los sabihondos cómo reemplazar un gerundio después de amar, temer y partir?.
Si en lugar de "está lloviendo", elijo pobremente "llueve"; ella, ¿va a venir?.
¿Entonces?



 Pablo del Corro, Córdoba, Argentina



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