Foto: Lardone. (fogonazo) torturador y asesino
SIN SALIDA
“Todos iban a morir a La Perla, solo era una cuestión de tiempo”.
En el cuarto día del juicio, Liliana Callizo da cuenta del destino que les deparaba a los secuestrados de La Perla.
El “traslado” era el procedimiento por el cual se sacaba a las personas detenidas de La Perla para fusilarlas. Las personas eran preparadas con vendas y mordazas, según Liliana “por Lardone”, y conducidos a camiones. Una vez en el lugar les hacían cavar su propia fosa y los mataban. En los fusilamientos participaban todos, de ese modo se aseguraban el silencio sobre los crímenes cometidos, a esto se lo conoció como “pacto de sangre”.
Cuando había menos gente para fusilar se hacían grupos de tres personas, para garantizar que nadie quedara sin participar en la represión ilegal.La metodología del traslado estaba integrada a una estrategia de amenaza continua. Todos las personas que pasaron por La Perla tenían un número, Liliana era el 375. Cuando se producían los traslados, los torturadores iban llamando de a uno, en voz baja y tocándole los talones para que se levantasen.
“Cada vez que había un movimiento de camiones la vida se endurecía” recuerda Liliana.
“Mantenían la incertidumbre como método de tortura permanente”.
Liliana describe cómo con Raúl “Colo” Levín habían acordado un método para encontrarse. Una forma de sobrevivir que habían plagiado de un libro Jorge Semprúm sobre los campos de concentración del nazismo. Cuando uno pedía ir al baño el otro hacía lo mismo, de ese modo podían constatar que el otro todavía estaba ahí y, mientras se lavaban, se tocaban las manos, intercambiar algunas palabras, se veían. “Compartir un poco de ternura para sobrevivir”. A los diez días después de haber sido secuestrados, ya no volvió a escucharlo: “grité ‘baño’, pero no escuché nada, no lo vi más al Colo”.
Mujeres, negros y Judíos.
“Yo como mujer fui víctima de una doble represión: la política y la sexual”, analiza Callizo. Y explica que las miradas de género no eran algo que se discutía en esos años, pero cuenta que la tortura era especialmente cruel cuando se las aplicaba a las mujeres. Relata que a los pocos días de estar secuestrada la llevaron vendada y disfrazada a una casa, donde Herrera la conduce a una habitación y la viola. “Muchas mujeres eran violadas, abusadas. Cuando a alguno le gustaba una mujer llamaba a todos para que la vieran desnuda”.También reconoció que había una cuestión muy clasista y racista entre los torturadores. “Avendaño decía siempre, a mí me matan seguro por que soy negra, yo le decía que no pero así fue, la mataron”. Y explica que el grupo de los viejos que fueron quedando eran todos “blanquitos”.
Luego recuerda que a su amigo Levín, mientras lo golpeaban, le gritaban “Judio de mierda”. A los 10 días de haber caído lo mataron”.
El regreso del terror“Esto se parece a La Perla”.
Las palabras suenan extrañas pero precisas en medio de la Sala de Audiencias. Liliana Callizo condensa así la sensación que atraviesa el ambiente cada vez que los abogados de los 8 acusados intervienen para interrogarla, particularmente Cuesta Garzón y Agüero. El trabajo de la Defensa pretende minuciosidad de orfebre: se monta sobre expresiones aisladas y descontextualizadas, aprovecha cada oportunidad de malentendido, escarba allí donde el dolor está más confuso y latente.A través de su testimonio, Liliana Callizo va revelando con su historia los engranajes de una maquinaria del terror. Liliana habla claro, firme, desgrana un relato que ya narró muchas veces y que persiste en ese terrible equilibrio en que las cosas necesitan recordarse para alcanzar la justicia, pero también necesitan olvidarse para poder seguir viviendo.
Después de casi cuatro horas de revivir lo más terrible de sus historias le queda todavía enfrentar las preguntas de la Defensa. Durante la declaración, los abogados de los acusados trataron de resaltar expresiones descontextualizadas de Callizo, en gran parte aclaradas por el presidente del Tribunal para evitar una mala interpretación de los dichos de la testigo.La Defensa pretende poner en duda las afirmaciones de Callizo: cómo pudo ver ciertas cosas si estaba vendada.
Se trata de cuestionar la veracidad de su relato. Sobre este punto las preguntas de los defensores de Acosta, Jorge Agüero y Alejandro Cuesta Garzón, son particularmente rebuscadas y ensañadas, al punto que la testigo las asimila justamente el tipo de tratos y de interrogatorios que sufrió en La Perla.La estrategia repetida
En sus relatos, Liliana da cuenta de la presencia en La Perla de las cuatro víctimas (de Brandalisis, Cardozo, Flora Palacios y Lajas). Recuerda que se trataba de un grupito que estaban al fondo a la izquierda de los baños, que tenían muchas dificultades para caminar, por las torturas y que una compañera que les llevaba comida le había contado que estaban muy golpeados.Los defensores le reclamaban recordar en tal sentido –32 años después- la ubicación exacta en que residían los aproximadamente 40 secuestrados que estaban en la cuadra en La Perla a fines de 1977. La testigo identifica la ubicación de distintos grupos según la fuerza política a la que pertenecían, pero no la de cada persona. La estrategia de socavar la veracidad del testimonio es tal que aferrándose a la descripción de los chispazos vistos por Callizo en su descripción de las torturas que presenció a Falik de Vergara, la Defensa pide un perito para determinar si tales chispazos son posibles y de ser así, si no hubieran puesto en riesgo a todos los presentes. Pedido que la cordura del juez Díaz Javier les advierte que no va a convocar un “perito en torturas” para comprobar dicha situación. Así fueron cayendo uno a uno los bombardeos al testimonio de Liliana Callizo.Otra gran parte de las preguntas de los abogados defensores apuntan a evidenciar una supuesta complicidad de la testigo con los militares de La Perla: desde relaciones con alguno de ellos hasta participación en el secuestro y muerte de personas cercanas.
La virulencia de las preguntas llega a tal punto que la interrogan sobre si había “entregado” a sus amigos y esa era la razón de su propio secuestro. Esta actitud obliga al Juez a denegar esa pregunta e impedir a la testigo a contestar.De todas maneras, cada una de esas supuestas complicidades no son confirmadas por la testigo ni se infieren de sus dichos, con lo cual también echó por tierra la estrategia de la defensa dirigida a cuestionar a los testigos, que se repitió en días anteriores y que seguramente reaparecerá a lo largo del juicio. Lo que resulta evidente es su escasez de elementos para defender a los acusados y para deslegitimar a los testigos.
Alrededor de las 20, el Tribunal dicta el cuarto intermedio hasta el jueves a las 9:30.La noche del 31 de agosto de 1977, Liliana Callizo con sus amigos, el “Colo” Levín y Mirta Nieri compartían uno de sus tantos encuentros en los que leían literatura internacional. Jorge Semprúm y los relatos de estrategias para sobrevivir y resistir al horror de los campos de concentración nazis de Buchenwald. Juntarse en el lavatorio, cruzarse, tocarse las manos, darse fuerzas, ver a alguien conocido.Hoy, en la noche del 04 de junio de 2008, Liliana Callizo entrega su testimonio a la construcción de la verdad y la justicia para todos los argentinos. Un lugar donde muchas manos se juntan para compartir dolores, reconocerse y darse fuerzas para seguir adelante.
http://www.eldiariodeljuicio.com.ar/cronica.shtml
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