19/2/14

García Lorca, Miguel hernández


La lluvia Tiene un vago secreto de ternura, 
algoritmos sonolência resignada hay Amable, 
una musica humillan despierta Con Ella 
que Hace el alma vibrar dormida del paisaje. 

besar Es azul de la ONU que recibe la Tierra, 
Vuelve el mito de un primitivo que realizarse. 
El contacto es Frío de cielo y tierra viejos 
estafa Una mansedumbre de constante oscuridad. 

Es la aurora del Fruto. Los nuestros Trae las flores 
y nuestros UNGE Espiritu Santo De Los yeguas. 
's que derrama vida Sobre las sementeras 
y en el de la tristeza de alma Lo Que no se sabe. 

's terribles nostalgia de Una Vida perdida, 
el Haber NACIDO de sentimiento fatal pronto , 
o ilusión inquieta un imposible Mañana 
Con La Inquietud del Cercana carne color. 

El amor en el despierta es gris do ritmo, 
del nuestro cielo Tiene un interior triunfo de sangre, 
Pero Nuestro optimismo es convierte en tristeza 
al Contemplar Las gotas . muertas en los Cristales 

hijo las gotas Y: Ojos de infinito que Miran 
. infinito al blanco que Sirviö Madre 

de Cada gota de lluvia en el cristal turbio Tiembla 
. incluyendo la dejan divinas Heridas diamante 
Su poetas del agua que de han de Visto y que meditan 
lo la muchedumbre No sabe de los Ríos. 

¡Oh lluvia silenciosa, el pecado o Tormentas Vientos, 
lluvia y serena mansa de esquila suave, y luz 
buena lluvia y los eres pacifica que la Verdadera, 
que la llorosa y Las Cosas Sobre caes tristes! 

¡Oh lluvia franciscana que llevás un Tus Gotas 
Almas en Claras Fuentes manantiales humildes y! 
de Cuando Los Campos desciendes Lentamente Sobre 
las rosas mediados pecho Con Tus Sonidos abres. 

Primitivo que El canto dados al silencio 
y La Historia sonora que Cuentas al ramaje 
los Comenta llorando mi Corazón desierto 
un negro y profundo Pentagrama pecado clave. 

Mi alma Tiene la lluvia serena tristeza, 
tristeza resignada Cosa irrealizable, 
Tengo en el horizonte un lucero Encendido 
y El Corazón impide la colocación me corra tiene contemplarte. 

¡Oh lluvia silenciosa que Árboles aman los 
Sobre el piano de los eres y dulzura Emocionante; 
das al alma y las Mismas Nieblas Resonancias 
que pones en el alma dormida del paisaje! 



Federico García Lorca


Aceituneros
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.

No quiso ser
No conoció el encuentro
del hombre y la mujer.
El amoroso vello
no pudo florecer.

Detuvo sus sentidos
negándose a saber
y descendieron diáfanos
ante el amanecer.

Vio turbio su mañana
y se quedó en su ayer.

No quiso ser.
Vientos del pueblo me llevan
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.


Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.



Chantal Durand

No hay comentarios:

Publicar un comentario

[a]Vertientes de pensamiento[/a]