7/6/08

Juicio a Menéndez - Córdoba Argentina - Tribunales Federales - Junio/08



En la foto:


MANZANELLI Luís Alberto


Manzanelli es un secuestrador, torturador y asesino que participó en numerosos allanamientos, secuestros e interrogatorios. Entre sus pares se los mencionaba como "el mejor torturador", ya que llegó a asesinar a varios prisioneros en la tortura.


Alias el “hombre del violín” o “piazza”, matrícula de identidad 6.506.196, nació el 7 septiembre de 1938 en la Ciudad de Córdoba, casado, de profesión militar, se retiró con el grado de Suboficial Principal, su domicilio es en calle Juan A. Fernández 6528 del barrio 20 de Junio de la ciudad de Córdoba. Actualmente tiene 69 años.




5/6 Día 5 de iniciado el juicio


Hay una foto que no va a recorrer las redacciones y que no van a poder ver miles de argentinos: la de Menéndez y sus secuaces esposados. Es que en cualquier juicio común, cuando el acusado se levanta del banquillo es inmediatamente esposado por la policía.


¿Por qué a una persona, acusada de delitos mucho peores, como los de lesa humanidad, no lo esposan? Se supone que es mucho más peligroso alguien que ya torturó y asesinó, que alguien que robó una cartera o un auto...


No es un detalle, es muy importante el valor simbólico.


El jueves 5 de junio llegan los ocho acusados, con las manos libres, aunque las manchas de sangre no se le vayan después de 30 años. Se sientan en orden, como su condición elitista y clasista lo determina: en la extrema derecha el general Luciano Benjamín Menéndez, luego el coronel Hermes Rodríguez, y el capitán Jorge Ezequiel Acosta. Después vienen los “sunchos” (suboficiales): Luis Manzanelli, Carlos Alberto Vega, Carlos Alberto Díaz y Oreste Padován. Y al último, Ricardo Lardone, que era civil adscripto al Ejército.


Di Monte era un delegado gremial de la empresa láctea Sancor y estaba ligado al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) cuando en setiembre de 1976 es secuestrado y llevado a La Perla, donde luego se encuentra con su mujer embarazada de su primera hija. Cuenta cómo los dos fueron torturados salvajemente, con la picana principalmente, y cómo compartió momentos con los estudiantes del colegio Manuel Belgrano. Uno de ellos estaba seguro de que lo soltarían y le había dicho a Di Monte que iría a ver a su familia. Pero un día se dio cuenta de que lo iban a “trasladar” y se le acercó para decirle que sabía que lo iban a fusilar. “¿Sabés una cosa? Nunca hice el amor”, le dijo en ese adiós.


“Parece nada, pero el amor es el símbolo de la vida. No se lo dejaron hacer, lo truncaron antes”, dijo Di Monte.

Di Monte viajó especialmente desde Italia, donde vive con su familia hace años, para contar cómo funcionaba la que llama “maquinaria de muerte”, cómo Manzanelli y Acosta “eran como dioses”, porque decidías sobre la vida y la muerte de los que estaban en La Perla.


El relato es esclarecido pero al mismo tiempo emocionante y emocionado, habla de casos particulares pero también hace análisis profundos y generales, políticos y filosóficos.

Cuenta cómo torturaron y mataron a un médico de apellido Fernández Zamar y a su compañera Mariluz. Mientras tanto, de los imputados que quedan en la sala, Acosta es el único que lo mira, con las piernas cruzadas. Manzanelli con gesto adusto mira al frente, Díaz escribe y escribe, ¿quién sabe qué y para qué?, y Padován mira al suelo. En eso Di Monte dice que Manzanelli “era un cuadro, muy preparado ideológicamente”, y el imputado levanta la vista y lo mira de reojo, con la muerte en los ojos.


Cuenta cómo lo torturaron hasta la muerte a Luis Honores y a un chico de apellido Soria. Y en eso interviene la abogada oficial de los acusados, Mercedes Crespi: “¿Dígame, Di Monte, usted participaba de peñas o campeonatos de truco?”. El testigo la mira incrédulo ante lo que está escuchando. Toda la sala, incluidos los jueces, miran atónitos, ¿peña?. Todos pensamos lo mismo: “O esta mujer bate récords de ingenuidad mezclada con ignorancia, o de cinismo, otra no hay”.

“Hubo momentos en que se nos permitió cantar. ¿Pero usted sabe lo que era cantar ahí El mensú o Gracias a la vida, con los ojos vendados y abrazado a su compañera?”.“Un día, solo un día de la vida/ que pasa por tu ser con voz de siglos/ un día que se viste de infinito”, empieza El mensú, de Ramón Ayala.“No, no eran peñas”, le tiene que explicar Di Monte a la abogada Crespi.


El nudo en la garganta perdura, se va cerrando de a poco la segunda semana de este juicio, histórico, el más importante desde aquel a las juntas.


Extractado de:





1 comentario:

  1. Solo una aclaración : Piero de Monte relató varias veces ante la justicia como torturaron y asesinaron estos genocidas en particular a muchisimas personas, entre ellas Fernandez Samar y quien podría ser su compañera de militancia ya que los secuestraron juntos, pero no su pareja, como se puede llegar a entender de la crónica, María Luz Mujica de Ruartes

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